Qué hay en la cabeza de un asesino

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Expertos explican el comportamiento del sujeto de nacionalidad venezolana, formalizado por dos crímenes ocurridos en La Serena, cuyas víctimas fueron mujeres y sus cuerpos desmembrados

 

Sin duda, una persona que de buen ciudadano tenía poco y de perverso, mucho. Hoy José Medina Ladera (49) se encuentra detenido en Venezuela por los crímenes cometidos en La Serena, en octubre 2019 y el 3 de abril pasado.

Mientras se espera el “bueno, ya” de las autoridades venezolanas para su extradición, la pregunta es cómo un sujeto que está imputado por el homicidio y descuartizamiento de dos mujeres caminaba con tranquilidad por las calles de La Serena e incluso declarando como testigo.

En ambos casos, el individuo las habría golpeado en distintas ocasiones, provocándoles la muerte y dejando sus restos, los de María José Zambra en las cercanías del puente El Libertador, y los de Pizarro, en la vereda norte de la Avenida Cuatro Esquinas, entre El Santo y la Ruta 5 Norte.

Está pensando

Para Paola Dinamarca Gahona, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad de La Serena y perito forense, más que hablar de un perfil, “pues tendríamos que hablar de perfilación criminal y para hacer eso se requiere un equipo de psiquiatra, psicólogo… la pregunta es ¿por qué mata a mujeres? Los patólogos forenses, que son los que más estudian estos casos, refieren como que hay motivos primarios que inducen a una persona al descuartizamiento”.

Explica que en este caso en particular no se trataría “de un acto impulsivo, porque también es planificado. Uno podría pensar que el descuartizamiento puede ser con un fin defensivo para ocultar el cuerpo o con un fin agresivo, porque el asesinato se produce en un estado de ira y seguido de la mutilación del cuerpo, pero no cualquier persona puede mutilar a alguien…”.

Es viable, además, que esta persona pueda ser declarada como psicópata o narcisista, “aunque no todas las personas psicópatas y narcisistas cometen este tipo de delitos. Podría haber rasgos psicopáticos, claro, por la crueldad del delito, por el hecho de la ofensa hacia la víctima. De hecho, hay psicópatas que son sumamente integrados y no cometen delitos”.

En esta ocasión, más que un descontrol de impulso, “es una persona que tiene que hacerlo con tal detalle, además que no está en un estado alucinatorio ni tampoco perdió el juicio de la realidad. Al contrario, sabe perfectamente lo que hace, porque lo hace y para que lo hace. En ese sentido, claro que tiene características psicopáticas, porque son personas frías emocionalmente y no tienen empatía por el otro, ya que las instrumentalizan, las manipulan”.

Ahora, si una persona mata a otra, y si le agrega el componente del descuartizamiento, “tiene un grado incluso de sadismo”, reconoce.

Respecto a si puede ser declarado inimputable, responde tajante que no y explica: “la gente confunde generalmente la psicosis con la palabra psicópata. La psicosis es una alteración del juicio de la realidad, que generalmente implica que la persona tiene alucinaciones. Una persona con psicosis o con esquizofrenia, paranoide sobre todo, tiene alterado los juicios y no es capaz de ver que lo que está cometiendo es un acto ilícito, porque probablemente es mandatado por voces y tampoco es capaz de detenerse. En el caso del psicópata, sabe lo que hace y si él quisiera, pudiese detenerse. Es más. La forma en que realiza el acto indica que todo fue planificado y al haber planificación, inmediatamente el sujeto está pensando. Es una persona que no tiene alterada la conciencia”.

Denominador común

Segundo Leyton García, prefecto en retiro de la PDI y exjefe de la Brigada de Homicidios de La Serena en el año 2000, justo en el comienzo de la reforma procesal penal, cuenta que “se trata de personas que tienen otra cultura, formación y conducta, lo que acá es inusual, por cuanto no está en los parámetros de las investigaciones policiales de homicidios, ya que los descuartizamientos son muy pocos. Pero si tienen un denominador común que arroja problemas de psicopatía y que están insertos en lo que significa la violencia que existe en su forma de ser para poder cometer estos delitos y tratar de ocultarlos”.

Crímenes de esta magnitud investigó en La Serena y en Santiago, en la Brigada de Homicidio Metropolitana entre 1995 y 2000. Tres en particular. Desde su experiencia, “casos que causan conmoción y opinión pública”.

El último ocurrió en Las Compañías, con una persona que fue quemada y envuelta en sacos de papas y arrojada a un tambor, para después ser lanzada al cementerio.

“Fue un caso muy complejo de investigarlo por su escena del crimen, por la identificación de la víctima y la individualización de los autores. Pero son casos difíciles, porque lo primero que se hace es tratar de identificar a la persona. Y la identificación generalmente, en un principio era por su dentadura. Posteriormente está la huellografía, donde obtener sus huellas digitales a veces también es complejo, ya sea en un descuartizamiento o que sus manos estén carbonizadas, como fue el caso de La Serena. Pero ya en la actualidad tenemos la certeza de un 99,9% en lo que significa el ADN, que es lo más moderno que existe para la identificación de personas”.

Reconoce que, pese a la complejidad, “generalmente se llega al éxito en estas investigaciones por cuanto son evidencias científicas y la evidencia científica -en realidad- es muy difícil de poder ser echada abajo por cualquier defensor”.

 

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