
En conversación con nuestro medio, el secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) abordó los desafíos de la transición energética, el ejemplo de Chile en materia de políticas de Estado y el rol pionero de la Región de Coquimbo, que albergó por primera vez un encuentro académico de la Semana de la Energía.
Por Joaquín López Barraza
¿Qué significa para OLADE que la X Semana de la Energía se realice en La Serena y no en la capital?
Hace más de diez años que uno podía ver aerogeneradores instalados en Coquimbo, y hoy la región se ha consolidado como un referente. Además, aquí existe un ecosistema académico muy relevante, con universidades e instituciones activas en este sector. Por todo eso, es un escenario muy propicio para debatir la agenda energética de América Latina y el Caribe.
¿Qué valor agrega que actores locales como universidades, empresas y autoridades regionales se integren a un debate que usualmente se concentra en capitales o en espacios muy técnicos?
Agrega mucho, porque la agenda energética no es solo técnica. Es también geopolítica, económica y social. Nuestra región es importadora neta de combustibles y eso nos hace muy dependientes de lo que ocurre en el mundo. La transición energética, además, no se limita a la generación eléctrica: involucra al transporte, a la industria, a los hogares. Por eso se requiere una mirada multidimensional y respuestas que vengan de distintos sectores. Que estén presentes las universidades, las empresas y las autoridades locales amplía el debate y permite conectar el conocimiento técnico con la experiencia del territorio. Esa integración enriquece las soluciones y hace que las políticas sean más realistas y sostenibles en el tiempo.
El seminario se titula «Conectando Mentes, Energizando el Futuro». ¿Qué se necesita para transformar esas ideas en políticas concretas?
Lo más importante es construir una visión común. En América Latina hay países que ya han avanzado en esto y otros que aún están en proceso, pero sin consensos es muy difícil sostener políticas de largo plazo. La transición energética requiere políticas de Estado que trasciendan a los gobiernos y que den estabilidad a las inversiones. De lo contrario, los cambios de administración pueden frenar o retrasar transformaciones que deberían ser sostenidas en el tiempo. Esa visión compartida es la que convierte a los diagnósticos en acciones concretas.
Chile ha avanzado en energías renovables y en transición energética. ¿Qué aspectos de esa experiencia pueden inspirar a otros países miembros de OLADE?
Chile ha logrado algo que me parece central: convertir la transición energética en una política de Estado. Eso significa que ha habido continuidad, más allá de los ciclos políticos. Esa estabilidad es clave, porque permite proyectar inversiones a largo plazo y dar seguridad a los actores que participan en el sector. El segundo aspecto es la regulación. El desarrollo energético necesita reglas claras, predecibles, que entreguen certezas. Chile ha construido un marco regulatorio que ha dado confianza a los inversionistas, y eso explica buena parte del boom en energías renovables. Creo que esos dos elementos —consensos y regulación— son lecciones valiosas para otros países de la región.
La Región de Coquimbo impulsa proyectos como la desalación con energía y el hidrógeno verde. ¿Cómo observa su aporte desde OLADE?
Coquimbo es, sin duda, la capital de la energía eólica en Chile, y en los últimos años también ha crecido en energía solar. Esa base renovable permite pensar en nuevas industrias como el hidrógeno verde, que necesita energía limpia, competitiva y segura. Estamos hablando de la segunda fase de la transición energética: ya no solo descarbonizar la oferta, sino también la demanda. Combustibles como el hidrógeno verde o los sintéticos serán fundamentales para sectores que consumen grandes volúmenes de energía, como la minería, la aviación o el transporte marítimo. Que una región como Coquimbo se proyecte hacia esos ámbitos muestra el potencial que tiene Chile en la región.
¿Qué mensaje le daría a los estudiantes y jóvenes que participaron en este encuentro?
La transición energética es un proceso largo, de décadas. Implica inversiones que duran mucho tiempo y cambios tecnológicos que son cada vez más rápidos. Los jóvenes serán los protagonistas de esta transformación, porque lo que hoy se está comenzando ellos lo verán consolidado en el futuro. Por eso es fundamental que se preparen, no solo en lo técnico, sino también con una visión integral que les permita comprender las dimensiones sociales, económicas y geopolíticas de la energía. En sus manos estará liderar esta transición en los próximos años.
En un inicio se decía que las energías renovables serían más caras para los consumidores. ¿Qué ha demostrado la experiencia?
La experiencia ha demostrado lo contrario. Hoy las energías renovables son las más competitivas y las primeras en despacharse al sistema eléctrico. Eso explica por qué han atraído tanta inversión. Es cierto que tienen desafíos, como la variabilidad o los efectos del cambio climático en la generación hidroeléctrica, pero en general aportan a reducir precios en el sistema y al mismo tiempo contribuyen a enfrentar la crisis climática. Son, en definitiva, un buen negocio desde el punto de vista económico y ambiental.