El exalcalde de Vicuña y candidato a diputado por el Distrito 5 habla de su historia familiar, su mirada crítica sobre la política actual y su propuesta de incorporar una glosa presupuestaria que priorice el agua en regiones con escasez hídrica.

Por Joaquín López Barraza

Después de doce años como alcalde de Vicuña, Rafael Vera sintió que su historia en la política local no estaba cerrada. «Esta región tiene tanto para crecer, y no lo hace», dice, mientras repasa los kilómetros recorridos entre el Elqui y el Choapa. «Los liderazgos que tenemos no son lo suficientemente fuertes para pelear por proyectos reales. Por eso decidí dar el paso».
Asegura que no se trata de una ambición personal, sino de una convicción. «La gente está cansada de los políticos que prometen y desaparecen. Lo dicen en todas partes. Eso deteriora todo el sistema, porque la desconfianza se extiende incluso hacia quienes sí cumplen».
«Lo peor que podemos hacer es alejarnos del territorio»
Esa crítica, dice, no es un eslogan de campaña, sino una experiencia de vida. «Siempre he trabajado con las puertas abiertas. Las comunas pequeñas tienen la misma dignidad que las grandes ciudades, aunque a veces no las miren igual».
Por eso, el cambio que convirtió a la Región de Coquimbo en un distrito único le parece un retroceso. «Antes, con tres distritos, había más cercanía. Hoy los parlamentarios deben representar a toda la región, y eso concentra el trabajo en La Serena, Coquimbo y Ovalle. El Choapa quedó relegado».
Para él, la verdadera descentralización no se mide en leyes, sino en presencia. «Hay que volver a escuchar a la gente. Eso es lo que quiero hacer en el Congreso».

El lado humano de la política

Cuando habla de su familia, la voz se le suaviza. «Fui padre y madre de mis dos primeros hijos. Asumí la tuición legal cuando eran guaguas. Después conocí a Margarita, de Vicuña, y formamos una familia con cuatro hijos. Se llevan muy bien, y eso es mi mayor orgullo».
Su vida —dice— siempre ha estado marcada por la constancia. «Estudié de noche para sacar dos carreras y trabajar al mismo tiempo. Nada me ha sido fácil, pero eso me enseñó a ser empático. Entender a la gente requiere haber vivido lo mismo que ellos».
De joven, también tuvo un temprano acercamiento a la organización social. Fue vicepresidente de la barra juvenil de Colo Colo en los años ochenta, cuando la dirigencia del club estaba controlada por la dictadura. «Teníamos 16 años y quisimos tomar posición. Salimos en el diario La Época haciendo un llamado a la familia colocolina a votar por el No. Fue un gesto pequeño, pero lleno de convicción. En esos tiempos, cualquier disidencia requería valentía».
Esa mezcla de esfuerzo, rebeldía y romanticismo —dice— lo acompaña hasta hoy. «Me gusta la música de Arjona y Domenico Modugno, sobre todo Cómo has hecho. Me sé la letra completa. Soy muy romántico, creo en el amor y en la coherencia. En política, como en la vida, no se puede decir una cosa y hacer otra».

«El Estado ha sido negligente con el agua»

El tema hídrico marca el punto de inflexión de la conversación. «El agua no solo afecta a los agricultores. Cuando no hay agua, suben los precios, el turismo se resiente y la economía familiar se deteriora. Hace ocho años advertí que necesitábamos una desaladora aquí y ahora. Traje expertos de Israel para explicarlo, pero hubo autoridades que se opusieron sin entender la magnitud del problema».
Vera lo dice sin rodeos: «El Estado ha sido negligente. Somos apenas el cuatro por ciento de la población nacional y eso nos ha condenado al olvido. No hay inversión suficiente ni prevención ante el racionamiento que puede venir».

Reformas urgentes

Propone revisar la legislación. «Las grandes agrícolas extraen agua de las napas sin control. La fiscalización es mínima y los comités rurales están al límite. El Estado debería hacerse cargo directamente».
También apunta al Código de Aguas: «Favorece a quienes tienen más acciones y, por lo tanto, más poder de decisión. Es la versión moderna del voto censitario: los que tienen más dinero tienen más voz. Eso perpetúa la inequidad».
Y no se olvida de las juntas de vigilancia. «Hacen lo que pueden, pero hoy administran pobreza. No hay agua suficiente para repartir, y eso genera tensiones inevitables. Lo que falta es fiscalización y transparencia».

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