
La estructura, instalada en la intersección de Ruta 5 con Amunátegui y que funcionó desde el 7 de agosto, ya comenzó a ser retirada. Aunque el público valoró la experiencia por lo novedosa y su iluminación nocturna, muchos coincidieron en que la ubicación no permitió aprovechar al máximo la vista panorámica.
Por Joaquín López Barraza
Tras poco más de un mes de funcionamiento, la Gran Rueda de La Serena inició su desensamblaje. La estructura, que se alzó en la intersección de Ruta 5 con Amunátegui desde el 7 de agosto, se despide dejando una mezcla de sensaciones entre quienes se subieron a sus cabinas: una experiencia novedosa y entretenida para algunos, pero con reparos respecto al lugar escogido para su emplazamiento.
Para Carlos González, el principal «pero» estuvo en la panorámica. Reconoció que el precio era adecuado y que de noche, con las luces encendidas, la rueda resultaba atractiva. Sin embargo, «desde la altura no se veía un paisaje muy bonito». A su juicio, el potencial se perdió por la ubicación: «Si la hubieran instalado en otro sector probablemente se hubiera aprovechado mejor la vista, que era lo más atractivo».
De todas formas, valoró que la atracción cumpliera en otros aspectos. La velocidad, dijo, era lo suficientemente pausada como para sacar fotos o apreciar el entorno, y aunque el espacio podía sentirse reducido dependiendo de los ocupantes, «en general no vi que fuese un problema».
Una percepción distinta, pero también con matices, tuvo Sebastián Bustos. Para él, la rueda fue «bonita por decirlo así» y aunque reconoció que la ubicación no era la ideal, «igual se veía bonita La Serena». Contó que al inicio se generaba algo de temor: «se guardaba un poco de miedo si no estabas seguro, pero las cabinas eran bien seguras, no tenían tanto vaivén, y después de ganar confianza se podía disfrutar el trayecto».
El recorrido, eso sí, se hizo demasiado breve. «Se hacía bastante corto con las tres o cuatro vueltas que daba», señaló, aunque al mismo tiempo destacó que la baja afluencia de público jugaba a favor. «Había poquita gente, entonces era bastante expedito poder entrar y ellos mismos te iban acomodando según las cabinas y las personas que ibas».
También resaltó la conveniencia en los valores. «Los precios igual eran accesibles, normalmente convenía arrendar la cabina si ibas de cuatro personas», apuntó, para luego cerrar con una conclusión positiva: «Fue una experiencia que valía la pena vivir o disfrutarla».
Con el desarme en marcha, la Gran Rueda concluye una corta estadía en La Serena. Su paso dejó luces y sombras: seguridad y novedad en la experiencia, pero también la sensación de que otra ubicación habría permitido aprovechar de mejor manera la panorámica que muchos esperaban.