Patricio Cerón, un médico a toda prueba

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Recién titulado como internista llegó al hospital de La Serena en 1967, donde trabajó por 40 años. También en su consulta de calle Matta con Regidor Muñoz, que recién en mayo pasado cerró sus puertas luego de 30 años.

Cada tanto, el que pregunta es él. “Sabías que estas son las tarjetas que usaba, nunca un computador…”. Y esboza una sonrisa. Es el médico internista Gregorio Patricio Cerón (85) que atiende a Diario La Región desde su consulta que ocupó por más de treinta años en calle Matta con Regidor Muñoz, en La Serena.

En ese lugar el tiempo se detuvo. Camillas, mesas, sillas y un centenar de libros, todos de medicina, siguen intactos desde mayo pasado cuando decidió cerrar. Nada se ha movido.

En total, más de 60 años ejerciendo la carrera, también en el Hospital de La Serena, edificio al que llegó en 1967 desde Santiago con tres años de experiencia intrahospitalaria.

“Llegué como especialista en medicina interna, porque el convenio para hacer la beca que fue en la Universidad de Chile exigía cumplir dos años de trabajo en un hospital de provincia. Trabajé primero en el José Joaquín Aguirre (en Santiago) que tenía cierta relación con esta ciudad, y fui el primero que llegó al hospital de La Serena donde estuve 40 años”, recuerda.

Muy chico vivió en Ovalle, pero luego se fue a Santiago, y ya titulado optó por La Serena, “pues mi idea era estar en una ciudad no muy lejos de la capital por unos tres años y después volver, ya que no tenía mayor contacto acá. Pero me casé, cambió la cosa y me establecí…”.

Endoscopías

Es médico internista, “el que atiende los problemas del adulto”, afirma. “Eso se llama medicina interna, pues es un término que inventaron los alemanes para diferenciarse de los cirujanos que operan”.

En la Serena, en sus primeros años, todos eran internistas generales, o sea, “atendíamos todas las especialidades, aunque con alguna inclinación de algunos médicos por la cardiología, otros por la gastroenterología… Es decir, cada uno buscaba su nicho…”.

Al doctor Cerón le gustaba la gastroenterología y por esos años se comenzaron a desarrollar exámenes especiales en gastroenterología que eran las endoscopias.

“Cuando estudié en Santiago no existían los modernos endoscopios, sino que aparatos rígidos muy difíciles de manejar. Me gustaba la especialidad, pero no teníamos instrumentos”, rememora.

En esos años todo venía desde Santiago, cuando el ministerio compraba instrumentos y los repartía a su gusto, quedando la mayoría justamente en la capital.

“En vista de eso hice algunas gestiones para que nos concedieran un endoscopio moderno y como no fue posible, compré uno. De esa manera logré establecer los contactos y posteriormente empezaron a llegar instrumentos entregados por el ministerio. Pero el primero que hubo en el hospital lo compré yo, así que soy, diría, el creador de la unidad de endoscopía del hospital de La Serena”.

Tarjetas

Cuando se creó la Escuela de Medicina de la Universidad Católica del Norte en el año 2002, el doctor Velasco, el primer decano y fundador, lo invitó a participar. “Y desde el primer año fui monitor de los primeros alumnos. Son por lo menos dos promociones de estudiantes de medicina que regresaron de la UCN”, señala.

Por entonces, dividía su jornada laboral en muchas actividades, aunque el último tiempo solo en su consulta con atenciones por las mañanas y tardes, a cuyos pacientes dice recordar muy bien.

“Hasta el año pasado atendía aquí. En este lugar deben ser unos 30 años, aunque también tuve una consulta en la Avenida de Aguirre y antes, en Eduardo de la Barra. Pero en este lugar estuve más tiempo”.

La única vez que recuerda haber cerrado por fuerza mayor fue por culpa de la pandemia, por al menos 9 meses, “ya que no se podía entender, estaba todo cerrado. Después de pensarlo bien decidí retomar. Mi secretaria de muchos años también aceptó volver a trabajar y ahí estuvimos hasta el año pasado, donde cerré y no atendí más ningún tipo de enfermo”.

Con 60 año de ejercicio admite que conservó siempre una manera antigua y con el tiempo, muy particular de atender, ya que no tenía computador para anotar. Salvo un tiempo que atendió en Integra Médica, donde había uno para escribir las historias clínicas de sus pacientes.

“Mi historia clínica eran estas tarjetas –las que saca de una cajón- donde escribía mirando al paciente. Esa experiencia con el computador al lado me pareció muy mala. Estaba escribiendo, le preguntaba cosas, mientras el enfermo se escondía detrás del computador. Era incómodo. No me gustó nunca, pues se perdía el contacto con el paciente”.

Entiende que las recetas también son electrónicas en los hospitales y claro, “tiene una ventaja porque la letra del médico se va poniendo cada vez más elegible porque hemos escrito una cantidad de cosas en la vida y puede haber errores. Pero bueno, yo estaba acostumbrado a ese sistema…”.

Asegura que no dejó su profesión por cansancio e incluso ríe cuando dice que ahora se cansa más sin hacer nada. Pero está tranquilo disfrutando a sus cuatro hijas y nueve nietos, el menor de solo un mes. Y también del cariño que la gente cuando se lo encuentra en la calle se lo hace ver.

 

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