Tiene 20 años y hace ocho comenzó con su transición de género, apoyado por profesionales del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género del Hospital de La Serena. Y la preocupación es hoy por los discursos de odio y las posturas de gente muy conservadora que aún niega la realidad.
Por René Martínez Rojas
Su madre, Karina Meneses, fue la primera en darse cuenta que su hija era en realidad su hijo. Hoy Noah tiene 20 años y el recorrido no ha sido fácil. Y creen que tampoco lo será ahora…
Quizás si echara la vista atrás y pensara en qué momento se manifestó que era un niño, diría que desde siempre. Aunque recién hace ocho años empezó con su transición de género, «primero con hartas dificultades de salud mental, porque él no se atrevía y porque también tiene una condición de autismo, así que le costó mucho asumir lo que le estaba ocurriendo y a la vez contárselo a su familia», recuerda Karina.
Y una vez que logró, empezó con la transición social, que es el cambio de su ropa y el uso de métodos para contener el crecimiento del pecho, «porque él es un chico trans masculino, obviamente nació como una niña, pero se identifica con el género masculino. Entonces cuando se aplicaron estas primeras medidas, gran parte de la sintomatología de salud mental empezó a mejorar. Obviamente hay otras cosas y temas que no podemos decir que por el hecho de ser una persona trans va a tener problemas salud mental. Eso no es así», cuenta.
Sus pares
Claro que los primeros inconvenientes llegaron en la escuela, aunque no del establecimiento, sino que, de sus pares, pues respecto a la transición «tuvimos que hablar en su colegio y menos mal que nos acogieron súper bien, primero para pedir adecuaciones en cuanto a los protocolos y lo más urgente, que lo llamaran en la lista de asistencia y por sus notas, con el nombre social. En ese sentido nos apoyaron bastante».
Quizás era primera vez que tenían un niño trans, así que el protocolo que se fue creando con Noah sirvió para otros niños después.
«Lo importante es que mi hijo pudo llegar al colegio con su uniforme masculino y con su pelito cortito, aunque la parte más difícil fueron los pares, porque igual había chicos que no lo reconocían como tal, como un niño».
Noah estuvo en infanto juvenil de psiquiatría hasta los 18 y después fue enviado a la unidad de género del Hospital de La Serena donde lo han atendido de maravillas, por ejemplo, con la entrega de un medicamento para la testosterona que de manera particular sería casi imposible costearlo.
«Es una inyección mensual y limitaría mucho sus posibilidades en caso de no tener el fármaco y tener que financiarlo nosotros de forma particular», afirma.
Desde el hospital señalaron que dicho fármaco se proporciona por parte del hospital a los usuarios mayores de edad que son parte del PAIG (Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género) y tiene un periodo de administración de hasta un mes, sin generar ningún tipo de consecuencia para la salud de los usuarios, ni afectar la seguridad ni efectividad de la terapia.
Discursos
de odios
En estos años Noah ha vivido muchas transformaciones sociales. Una de ellas, cuando ganó el rechazo.
Ese día se encontraba en una plaza en La Serena junto a unos amigos, varios de ellos muy caracterizados como él, «o sea que se veían como niñitas con pelo corto y vestidas de hombre», cuando fueron insultados por unas señoras que les dijeron de todo, y que ahora llegaba la libertad…
«Más que el rechazo social, nos preocupan los discursos de odio, que alguien se sienta con el derecho de atacarlo, de escupirlo… Nos asusta, porque lamentablemente tenemos ese tipo de posturas de gente muy conservadora que niega la realidad. ¿Sabe? Hemos estado hablando de esto con mi hijo y claro que existe preocupación después de la última elección, pero también cuando pensamos en los seis mil millones que el presidente electo (José Antonio Kast) dijo que iban a recortar, pues estamos seguros que la población trans será la más afectada».
































