Dos sociólgos opinan sobre el por qué baja la credibilidad en las instituciones

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Pablo Caballero y Juan Rojas comentaron las razones de por qué las instituciones han perdido credibilidad y hay un descrédito total hacia la política. Coinciden que existe un cambio de paradigma y una transformación valórica que todo lo discute.

Las cifras de la última encuesta CEP son claras, ya que la aprobación al gobierno del Presidente Piñera apenas alcanza el 6%, la oposición raya en la misma cifra y el Congreso y los partidos políticos ha llegado a un paupérrimo 3%, que es más grave considerando que el margen de error de esta consulta es precisamente de tres puntos porcentuales.

El estallido social no sólo develó problemas estructurales del modelo y demandas sociales al por mayor, también la enorme desconfianza e insatisfacción que cunde en la ciudadanía por sus autoridades y por las instituciones que rigen a Chile. Si bien ha habido un amplio crecimiento macroeconómico en los últimos 30 años, da la sensación que esas cifras no son importantes, sobre todo para las nuevas generaciones.

Para conocer qué es lo que disgusta tanto a esta nueva sociedad que se está configurando, diario La Región conversó con dos sociólogos, que comentaron las causas de esa decepción social y cómo a partir de eso se ha generado un descontento tan profundo.

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El sociólogo Juan Rojas, que está preparando un libro sobre esta materia, asegura que «estos datos son contradictorios, porque la gente sigue creyendo en la democracia, hay un 67% que cree aún en esa forma de gobierno. Pero lo interesante es que se trata de una nueva forma de democracia, no la actual, que a mi juicio es tibia, en la medida de lo posible. La gente cree en la democracia participativa, donde uno quiere saber cómo están cumpliendo las autoridades. Creo que la gente no quiere autoritarismos tampoco», subrayó.

Además, considera que cuando se habla de «clase política», eso de por sí genera ruido entre las personas. «Desde la sociología, creemos que para la gente no son clases, son castas, como las castas militares o sacerdotales, porque no representan a las mayorías ni tienen vida propia, más bien parasitan. No trabajan como la mayoría, pero sí extraen. Por eso se está remeciendo esta sociedad. Además, hay una sucesión de políticos, sus hijos o nietos. Ahí está instalado el concepto de la oligarquía».

A su juicio hay ciertas tesis que sustentan sus afirmaciones. «Estamos a 90 días del estallido social, y hemos pasado de una despolitización a una sociedad que se ha politizado. Nadie hablaba del tema e íbamos al mall y éramos felices, íbamos al cementerio y era un día de picnic. Incluso poner me gusta en una red social o aportar algo de dinero a una campaña es una despolitización. Pero hoy estamos en otra sintonía, pero eso vamos ganando en la ocupación de los espacios públicos, como las calles o las plazas. Ahí se está discutiendo, debatiendo, y dudo que lleguemos a una polarización, ni siquiera con el plebiscito, donde los jóvenes se están transformando en agente de cambio. Pero aclaro, no veo un quiebre del capitalismo como muchos creen, dudo que lleguemos a otro modelo, porque si bien el mall está tapiado completo con metal, la gente igual está adentro consumiendo. El comercio está adentro, funcionando», subrayó.

INSTITUCIONALIDAD EN JUEGO

El sociólogo Pablo Caballero asegura que si bien los datos duros desde 1990 hasta la fecha indican que el crecimiento que ha tenido Chile en diversos aspectos, como el acceso a la educación, salud y otras materias son evidentes, además de reducir la pobreza de un 39% a un 8,7% según datos de la Cepal y el Banco Mundial, esto no es suficiente para que haya una validez del estado de cosas en las nuevas generaciones. «Lo que está está teniendo lugar es una anomia, es decir la transformación valórica de una generación, que está presionando para cambiar los valores de una anterior».

El asunto para el profesional es que el crecimiento es cuantitativo, pero a eso a la nueva sociedad no le está importando. «La percepción es distinta respecto de los números.

Hemos mejorado en estándares, pero la ciudadanía no visualiza ese crecimiento. Creo que el principal problema está precisamente en la distribución del ingreso, es lo más serio. Porque la media de un sueldo en Chile es de $ 300 mil y el aumento del valor la canasta es evidente».

Respecto del proceso constitucional que viene, Caballero cree que «la proposición vino del mundo político, específicamente del Congreso. Hay una parte importante de la sociedad que visualiza esto como una trampa, porque viene del mismo modelo que está siendo cuestionado. Pero igualmente hay personas que sienten que fue bueno, porque era una materia pendiente. Eso hizo bajar un poco las manifestaciones, es verdad, pero aún se siguen produciendo, aunque sea en menor cantidad», subrayó el sociólogo.

Para Caballero, el problema de fondo es que si bien hay crecimiento en las cifras de Chile en las últimas décadas, eso no se está notando en las casas y en los bolsillos de los chilenos. «Por ende, se entiende que haya una tan baja aprobación de los políticos y las instituciones en general, porque perciben que si bien hay deseos de hacer cambios y avanzar en medidas, creen que se trata tan sólo de narrativa, discursos. No están visualizando lo material, y eso no se está notando en los sueldos ni tampoco en los gastos o el valor de los producto esenciales».

A juicio del sociólogo, no hay que olvidar que estamos en un sistema capitalista y todo está relacionado con el consumo. «Creo que no se visualiza un cambio en el modelo global como el que tenemos actualmente. De hecho, países como Finlandia o Noruega, que son sociedades más avanzadas, igualmente están inmersos en el capitalismo, pero maduro, donde están dispuestos a aceptar altos impuestos para mejorar su calidad de vida, con altos niveles de productividad trabajando menos. Si logramos ver avances en materia monetaria y con un sistema más humano, los chilenos se sentirán menos disconformes», concluye.

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