Ex presos políticos del 73 revivieron sus duras experiencias en careos con Juan Emilio Cheyre

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Para Freddy Bonilla, hoy de 70 años, volver a encontrarse con Juan Emilio Cheyre fue un rechazo absoluto «por todo lo que hizo y por el alto grado de cinismo en sus dichos», dijo tras pasar cerca de una hora frente al ex general de Ejército, tras las nuevas investigaciones realizadas por el ministro Vicente Hormazábal, en el marco de las torturas ocurridas entre septiembre y diciembre del año 1973 en el Regimiento Arica.

Sorprende la fortaleza de Bonilla, detenido a los 24 años, y que este miércoles tuvo el careo con Cheyre -los que terminaron ayer-, en un proceso que comenzó después de la querella presentada por Nicolás Barrantes, torturado en el recinto militar de La Serena y hermano de Marcos, asesinado durante el paso de la Caravana de la Muerte, en octubre de 1973.

Tras su detención y los cuatro meses que estuvo detenido, reflexiona: «Recuerdo que trabajaba en una fábrica de neumáticos que funcionaba en Tierras Blancas, que hoy no existe, y el día 22 de septiembre de 1973 me ordenaron presentarme en la fábrica, donde me llevaron detenido al cuartel de investigaciones. Al segundo día y bien por la mañana, nos trasladaron al cuartel del Regimiento Arica y avanzada la tarde, escucho a un conscripto, me imagino, decir: ‘atención, ahí viene el teniente Cheyre a revisar a las personas que llegaron, a los comunistas…’».

Para Freddy y el resto de los detenidos, en aquel entonces todo era negro. Tenían la vista vendada. No era sueño, era cansancio, demasiadas tensiones para un día cualquiera.
«Estábamos vendados, pero el vozarrón de él –Cheyre- era bien notorio, ya que leía los bandos de la comandancia del regimiento todos los días, a eso de las 17 horas. En ese escenario nos tenían ahí, siempre con amenazas, poniéndonos una metralleta en la cien y después de eso, nos fueron a dejar a la cárcel donde estuve por casi cuatro meses detenido. Pero a Cheyre lo veía solamente cuando en algunas oportunidades, y acompañado de otro señor, Jaime Ojeda, que hacía las veces de ayudante, visitaba la cárcel y andaba generalmente en el perímetro. Tras el fusilamiento de los 16 compañeros instalaron unos focos gigantes muy similares a los que usaban en la Alemania Nazi para provocarnos temor», recuerda hoy.

Lo peor, sin embargo, llegaría después. Freddy fue tres veces torturado, entre el 22 de septiembre y la segunda semana del mes de enero del año 1974, para posteriormente quedar en libertad condicional por falta de méritos.

«Me llevaron cuatro veces al regimiento donde fui torturado por Osvaldo Pinchetti, conocido por todos como el ‘Doctor Destino’ –Pinchetti, cuenta la historia, era un conocido locutor de la desaparecida radio Occidente de La Serena, que meses antes del golpe militar gozaba de gran sintonía con su personaje, ‘El Profesor Destino’, aunque con el tiempo y la brutalidad de sus actos, fue conocido entre los detenidos como el ‘Doctor Tormento’- quien interrogaba y aplicaba los tormentos mediante los cabos o los soldados que estaban en ese momento en el regimiento. La verdad, es que no tengo idea quiénes lo ayudaban, puesto que nos llevaban vendados y nada veíamos. En mi caso me aplicaron corriente de magneto, que era producido por una batería e iba directamente en la yugular y también en otras partes del cuello, donde se ubicaban nuestras venas».

Agrega Bonilla que «obviamente supe de otros compañeros que tuvieron otro tipo de flagelos, donde me acuerdo del doctor Jorge Jordán, que estuvo una semana sin poder pararse, porque estaba molido tras las torturas, mientras que a otros compañeros les hicieron la prueba del submarino, lo que significaba que los metían en un especie de barril con excrementos y les metían sus cabezas al interior por algunos minutos para que hicieran la prueba de resistencia…».

«Trató de desacreditar lo que yo decía…»
De acuerdo a los antecedentes del caso, el general Juan Emilio Cheyre (r) cumplía el rol de ayudante del entonces primer comandante del regimiento, Ariosto Lapostol Orrego.

El careo duró aproximadamente una hora y él, cuenta Bonilla, «hablaba más, porque tiene todo un pergamino en cuanto a declaraciones, así que sabía lo que estaba diciendo, punto por punto, tratando de desacreditar lo que yo decía, aunque lo que no me pudo desacreditar fue el tema de la responsabilidad del mando. Pero desmintió lo ocurrido en todo momento. Yo no lo culpé a él, pues iba en calidad de testigo de otro compañero que sí sufrió apremios por parte de él. No me torturó directamente, pero sí indirectamente, porque estaba a cargo de toda la parte operativa del Regimiento, hoy Coquimbo».

Para Freddy, el honor militar del ex general quedó por el suelo después del careo.
«Me provocó una repulsión por todo lo que hizo y por el alto grado de cinismo en sus dichos, siempre negando todo».

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