La nueva entrega de Emiliano Aguayo recupera las historias del pop-rock chileno desde la periferia, con énfasis en las regiones. Uno de sus capítulos se centra en Roca Dura, banda coquimbana formada por los hermanos Cuturrufo, que en 1987 grabó el cassette «Esto es Rock» con repercusiones en el circuito musical juvenil de Santiago al norte.

En 2012, el periodista Emiliano Aguayo sorprendió con «Las Voces de los ’80″, un libro de entrevistas que devolvió a la conversación pública a bandas que habían liderado la década dorada del pop-rock chileno. Trece años después, en 2025, Aguayo publica una segunda parte que amplía el mapa: esta vez incluye agrupaciones que no siempre llegaron a la radio capitalina, ni a los rankings de venta, pero que fueron decisivas en la construcción de una escena diversa y extendida por todo el país.

El volumen 2 incorpora nombres de Quillota, Valparaíso, Temuco, Concepción y por supuesto, nuestra Región de Coquimbo. «Mi interés es siempre entregar temas de los que no se está hablando», dice Aguayo, convencido de que la historia de la música chilena de los 80 no se explica únicamente por Los Prisioneros o Upa!, sino también por los centenares de bandas que sostuvieron la vida musical en liceos, gimnasios y universidades de regiones.

Roca Dura y una «dinastía regional»

Entre esos nombres aparece Roca Dura, banda del puerto de Coquimbo integrada por Rodrigo Cuturrufo (voz y guitarra), Marcelo Cuturrufo (teclados), Cristián Cuturrufo (trompeta), Patricio Barahona Cuturrufo (guitarra), Enrique Arenas (bajo), Rodolfo Alcayaga (trombón) y Osvaldo Tabilo (batería). Con apenas entre 14 y 18 años, en 1987 lograron editar el cassette «Esto es Rock» a través del sello capitalino Star Sound. Su repertorio combinaba arreglos de metales con guitarras eléctricas y letras de fuerte contenido social, en un estilo que mezclaba influencias del ska, el rock progresivo, Los Jaivas y el ya consolidado rock latino.

Uno de sus temas más recordados fue «Todo viene de Hong Kong», que ironizaba sobre el consumismo y se convirtió en un emblema regional. También destacaban composiciones como «Loco», inspirada en la marginalidad y la vida en la calle. El casete se agotó en cuestión de días en disquerías de Coquimbo y La Serena, transformándose en un objeto de culto.

Más allá del registro fonográfico, el verdadero impacto de Roca Dura estuvo en sus presentaciones en vivo. La agrupación construyó lo que Rodrigo, su vocalista, llama en la actualidad un «pequeño imperio musical»: conciertos en colegios y gimnasios repletos en La Serena, Coquimbo, Andacollo, Vicuña, Ovalle, Paihuano, Vallenar, Freirina, Copiapó y Los Vilos. El boca a boca, los afiches y las radios locales hicieron que la banda movilizara a cientos de jóvenes, al punto de que algunos colegios dejaron de contratarlos por la magnitud de las convocatorias.

Un capítulo vital reactivado por el libro

Para Rodrigo Cuturrufo, el libro de Aguayo significó una relectura de su propia biografía musical. «Yo tenía todo esto apagado, lo había subestimado como una etapa de cabros chicos. Pero cuando apareció el libro me di cuenta de que fue más importante de lo que pensaba. El trabajo de Emiliano me devolvió el peso y el ego que tenía en esa época. Me reactivó una célula que yo creía muerta», confiesa.

La publicación también despertó un interés renovado en torno a una posible reedición del casete «Esto es Rock» o incluso en nuevas versiones de canciones como «Todo viene de Hong Kong». El auge reciente del formato cassette entre bandas contemporáneas, como Los Bunkers, podría allanar el camino para un rescate material de esas grabaciones, confiesa Cuturrufo.

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