A metros de donde aterrizan y despegan los aviones, se encuentra el lote 10 de la Cooperativa Ceres, que cuenta con 6,20 hectáreas donde no se puede sembrar, construir ni transitar tranquilamente. Los propietarios, que antes gozaban del terreno agrícola, piden ser expropiados hace años para dejar de pagar las contribuciones de un lugar inutilizable, debido a las limitaciones impuestas por la seguridad aérea.
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Por: Valentina Echeverría O.
«Desde pequeños pasábamos las tardes ayudando a mis abuelos a sacar las papas, morrón, apio, coliflor, todo eso se daba en esta tierra, hace más o menos 30 años. Ahora está todo botado», comentó Katia Barraza, una de las propietarias del terreno familiar que colinda directamente con la pista del aeropuerto de La Florida.
«Un día llegaron a decirnos que debíamos sacar todo. Que el movimiento de las personas distraía a los pilotos, que no podíamos tener camiones ni cultivos porque atraía aves, osea ¿que podemos hacer en el terreno? realmente nada».
Con el tiempo, la convivencia entre el campo y los vuelos se volvió imposible. «Ya no nos dejan estar ahí. Cuando vamos, llegan camionetas del aeropuerto a decirnos que tenemos que salir, aunque somos los dueños. Incluso han llamado a Carabineros, y ellos mismos se sorprendieron la última vez, porque pensaban que ya estaban expropiados».
Las restricciones no solo impiden la agricultura, sino también hacen inviable cualquier tipo de construcción. El aire caliente de las turbinas quema los cultivos, y el ruido constante de los motores terminó por alejar a las familias. «No podemos hacer nada, y aun así tenemos que pagar contribuciones».
Esa carga golpea especialmente a los miembros mayores. «Uno de los propietarios tiene discapacidad y vive con una pensión de invalidez de 200 mil pesos. De ahí debe pagar los impuestos de un terreno que no le da nada y del lugar donde vive. Si nos expropiaran, ese dinero serviría para cuidarlo y ayudar a mis tíos que ya son adultos mayores».
La familia asegura haber participado en innumerables reuniones con distintas administraciones del Ministerio de Obras Públicas (MOP) y la Dirección de Aeronáutica Civil. «Nos dicen que pronto, que se está evaluando, que hay cambios en el proyecto, pero los años pasan y seguimos teniendo la misma reunión sin llegar a puerto. Es frustrante, porque uno siente que lo están cuenteando realmente».
Las promesas de expropiación se remontan a inicios de los 2000 y han atravesado varios gobiernos. Sin embargo, los dueños afirman que nunca se les ha entregado una fecha ni una propuesta concreta. «Somos gente humilde, y a veces pienso que por eso hacen lo que quieren. Si tuviéramos dinero o abogados, ya habrían hecho algo, pero como no tenemos nada, nos dejan aquí con este tremendo terreno que nadie nos quiere comprar y que tenemos que seguir pagando sin poder ni siquiera estar aquí sin que nos digan qué tenemos que salir».
Asegura que han intentado vender el terreno a inversionistas, pero nadie quiso comprarlo. «Una constructora y un extranjero vinieron a mirar, pero cuando supieron que está junto a la pista, desistieron. Es un suelo muerto, que no sirve para nada».






























