Los trabajadores señalan que aún hay muchos temas que deben abordarse en esta labor, la cual ha sido parte integral de la historia de la región. La llegada de algunos extranjeros ha contribuido a su preservación, pero también ha puesto de
manifiesto la necesidad de abordar cuestiones como las condiciones laborales.

La recolección de lama para su posterior comercialización, es una actividad económica que ha estado presente en la ciudad puerto durante más de 100 años, formando parte de su identidad cultural y económica. Sin embargo, esta labor enfrenta diversas dificultades, que a pesar del tiempo transcurrido, aún no han sido resueltas.

Según testimonios de los recolectores, los desafíos están relacionados a la falta de regulaciones adecuadas, las condiciones laborales precarias y la necesidad de modernizar los métodos de recolección.

Roberto Chacano, uno de los más antiguos en esta labor, dice sentirse esperanzado en que durante la temporada de verano pueda haber una mayor recolección y que puedan mantenerse los precios en el mercado

«Este año no ha sido muy bueno, ha estado bastante más escaso que otros años, espero que ahora, que se viene el verano, salga más, además que el sol ayuda al secado (…) lo peor es que cada vez baja más el precio del kilo, antes costaba 1100 y ahora la están comprando hasta en 700, y nos perjudica, porque es más trabajo y menos dinero», comentó.

Por otra parte, testimonios señalan que este oficio cada vez atrae a más extranjeros, que se ven tentados en continuar con este oficio.

«Cada vez llegan más extranjeros a ganarse la vida, igual ellos no molestan a nadie y muchos necesitan ganarse el pan(…) la mayoría de los lameros ya están viejos o han muerto con los años, entonces no veo problema en que ellos trabajen, mientras no molesten a nadie», señaló uno de los recolectores.

En esta línea, Diario La Región habló con un joven haitiano que lleva dedicándose a la extracción de algas desde hace más de 6 años.

«Tuve un trabajo donde me explotaban, trabajaba prácticamente las 24 hrs del dia y no querían pagarme las horas extras, no tenía más de 2 o 3 horas para dormir(…) me gusta trabajar acá porque el ambiente es libre, uno a veces gana y otras no tanto, todo depende de cuánto Dios quiera darnos», comentó.

A pesar que ha logrado establecerse en este oficio, el proceso fue complejo, puesto que hubo resistencia de algunos lameros y comerciantes que intentaron aprovecharse de él.
«No he tenido conflictos con nadie más, salvo un tipo que en ocasiones ha intentado apropiarse de la playa, nos hostigaba y amenazaba, incluso intervinieron funcionarios de la Armada, donde se llegó a un acuerdo(…) no faltan las personas que intentan aprovecharse de uno, de hecho, una vez un comprador no quería pagarme el precio acordado, quería darme la mitad», comentó el joven.

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