Apoderados del Francis School dan nuevos antecedentes sobre una «delicada convivencia escolar»

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A las manifestaciones que realizaron un grupo de estudiantes de tercero y cuarto medio del colegio Francis School, debido a presuntos casos de bullying, machismo y acoso sexual que habría sufrido un grupo de alumnos, se suman un grupo de apoderados que reconocen el conflicto y aseguran que todos los problemas que hoy aquejan al recinto tendrían como responsable a la dueña del colegio, conocida en la comunidad como «La miss Francis». LA REGIÓN se trasladó al sector Sindempart, población donde está ubicado el establecimiento, para conversar con las autoridades, pero se negaron rotundamente a emitir cualquier tipo de declaración.

«En el colegio está todo bien, todo en orden», decía desde la reja uno de los integrantes del directorio del Francis School al ser consultado por este medio. Ambiente de tensión que se nota a lo lejos. Un hombre se presenta como profesor y cuestiona groseramente la presencia del diario por calle los Tulipanes.

Una manifestación realizada por un grupo de estudiantes durante la semana pasada agitó las aguas. Alegaron supuestos casos de agresiones verbales y físicas entre compañeros y que presuntamente han ido quedando impunes a lo largo del último año.
Según los antecedentes recabados, la protesta se dividió en dos aristas. Una de forma mixta en la que participaron hombres y mujeres de los niveles más altos con un mensaje en contra del bullying, y el otro liderado solo por mujeres, quienes estarían acusando actitudes discriminatorias con el género, y graves casos de acoso sexual de parte de estudiantes contra algunas muchachas.

«Hay un grupo de hombres que están acusados de acoso contra niñas, yo no los he visto a ellos estos días en el colegio. No sé si están suspendidos o no», dice un joven de enseñanza media.

Francis School es un colegio particular subvencionado que nació en 1990 con el nombre de «Dame La Mano», dirigido por su dueña, la educadora de párvulo Francis Oyarzún Carú. En septiembre de 1998 se formó la Sociedad Educacional Ireland y Oyarzún Ltda., integrada por Francis Oyarzún Carú, Rosa Ireland Flores, Arturo Espejo Aguirre y Jorge Díaz Santiago.

El colegio fue creciendo en población con el paso de los años, debido a su buena fama en cuanto a la calidad de enseñanza que entrega el proyecto educativo, según contaron los propios padres. En la actualidad se imparte educación completa desde medio mayor a cuarto medio, con una matrícula superior a los 2 mil alumnos.

Abundan estudiantes de clase media y media alta. «Es un colegio con baja vulnerabilidad, hay hartos hijos de profesionales, trabajadores mineros. También hay chicos de la ruralidad, de Pan de Azúcar y Tongoy. Igual que inmigrantes, entiendo que hay varios dominicanos», comenta un joven que viene a buscar a su pequeña hija a la hora del almuerzo y alertado por lo que vio en las redes sociales.

«Ese es uno de los factores que provocó la crisis dentro del colegio, la sobrepoblación de estudiantes. Tienes en los recreos a niños chicos corriendo con los grandes y se provocan roces que podrían evitarse. No hay los suficientes inspectores, son pocos, y más aún, son hombres de edad que no dan abasto físicamente para llegar a todas partes, y cada vez que se nota esa ausencia pasan estos casos de bullying que se han ido conociendo», agrega el joven padre.

Incluso la dirección estaría optando por la opción de poner juegos de mesa en los recreos con el objetivo de evitar esta problemática en cuanto a la falta de espacio. «En el último año se han caído tres niños del tercer piso. Nadie dijo nada, todos se quedaron callados, nadie ofrece a un prevencionista de riesgos para que ponga ojo en ese asunto. Eso pasó en la parte de los más pequeños, una niña se quebró sus dos piernas, pero al parecer lo taparon entregándole dinero a la familia», aporta una nueva apoderada.

Este grupo de apoderados afirman que esta crisis se daría por una mala gestión de las personas que llevan a cabo el proyecto educativo. «La directora tapa muchas cosas, acá se sabe que niños andan bajando los pantalones a los demás, los de quinto básico tienen que ir en grupos al baño, porque creo que los más grandes no los dejan pasar, y eso son problemas de convivencia graves», agrega la misma señora.

Se suma otra apoderada que coincide con lo señalado, pero pone sus reparos. «Acá hay muchos padres que están camiseteados con la miss Francis. De hecho, no existe el centro de padres y apoderados, si están todos coludidos con la dirección, van de la mano como se dice», arremete la mujer.

«Yo no tengo nada que decir con respecto a la enseñanza que se entrega, porque tengo la mejor impresión de la labor que hacen los profes. Acá el dilema es miss Francis, ella no escucha a nadie y quiere llevar adelante su gestión solo con gente que opina igual a ella, pero un colegio debe escuchar a todos».

Reclamos que igualmente hacen referencia al elevado costo que se paga mensual, dicen los padres. Cuentan que con ese dinero se debería asegurar la seguridad del alumnado, y eso estaría en entredicho.

«Si te atrasas con la mensualidad, tienes que pagar intereses, estamos hablando de precios que fluctúan entre los $ 40 mil pesos en estudiantes menores y $ 80 mil para los más grandes. Ella (miss Francis) es pilla, se asesora legalmente y siempre se sale con la suya», comenta una cuarta entrevistada.

Juan Rojas, sociólogo de la Universidad Central, asegura que en un conflicto como este el colegio sería el reflejo mismo de la sociedad, y es el propio recinto el que debería facilitarle el espacio a jóvenes que denuncien situaciones como las mencionadas, de manera libre y sin censura.

«Cuando estos jóvenes alzan la voz sobre el asedio sexual o bullying, hay que ponerse a pensar en que se están posicionando como un actor social, son gente que quiere ganarse un espacio. Hace siete años atrás los estudiantes eran visto solo como alumnos, como esas cajas vacías donde uno deposita conocimiento, hoy son sujetos con derecho. A los niños hay que creerles siempre, porque si le tapan su opinión pueden estar generando una olla de presión que puede explotar en cualquier momento», sentencia el profesional.

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