Luego del cierre de hospederías en La Serena y Ovalle, asegura que en los últimos años los costos por persona atendida han crecido un 30%, mientras que los ingresos lo han hecho solo en un 15%.

Por René Martínez Rojas

Un cierre país. En la región, sus dos hospederías: en La Serena y Ovalle, debido a un proceso de transformación «porque la pobreza ha cambiado, y el Hogar de Cristo debe adaptarse a los nuevos rostros de la pobreza», reconoce Rodrigo Varas, subdirector de Operación Social Territorial Zona Centro Norte.

Por años las hospederías han sido espacios de acogida fundamentalmente para el más necesitado, aunque hoy, esgrime, la situación de calle exige otro tipo de respuestas.

«Hemos visto cómo, en los últimos años, la política pública ha fortalecido su oferta con albergues, rutas calle, planes de invierno y programas de superación como Vivienda Primero. En este nuevo contexto, seguir haciendo lo mismo no basta. Por eso anunciamos, con anticipación y responsabilidad, el cese de operación de dos hospederías en la región al 30 de septiembre de 2025, que actualmente atienden a 54 personas».

Aunque dvierte que no lo harán solos «ni de manera improvisada», por cuanto asegura que «vamos a trabajar en conjunto con los municipios, Desarrollo Social y otros actores públicos para asegurar que cada una de esas personas continúe recibiendo el apoyo social que necesita, de forma oportuna y pertinente».

Renovando

La organización, fundada hace más de 75 años, opera en más de 66 comunas del país, con 200 programas activos y una cobertura estimada de 30 mil personas al año.

Pese a la noticia, Varas asegura que «esta transformación no es abandono, es evolución. Ya estamos implementando en la región el programa Vivienda Primero, que contempla 10 casas para 20 personas, entregando no solo techo, sino también seguridad, privacidad y estabilidad. Además, desde octubre de 2025 abriremos un programa de acompañamiento psicosocial individual para 30 personas más. Ambos programas en conjunto permitirán atender a 50 personas en situación de calle, con un modelo más profundo y efectivo.

Reitera que lo que ocurre hoy «es una transformación necesaria y coherente, tanto con la evolución de la pobreza como con la transformación del Estado».

A su juicio, el Estado ha fortalecido significativamente su rol, toda vez que existen más rutas calle, más albergues, mejores planes de invierno y programas de superación como Vivienda Primero, «con recursos que antes no estaban disponibles, lo que nos permite como Hogar de Cristo dirigir nuestros esfuerzos hacia intervenciones más pertinentes, sostenibles y transformadoras».

Sin embargo, hay un aspecto de sostenibilidad «que no se puede obviar», puesto que en los últimos años los costos por persona atendida han crecido un 30%, «mientras que nuestros ingresos lo han hecho solo un 15%. En este escenario, tenemos que actuar con responsabilidad para que el Hogar de Cristo pueda seguir cumpliendo su misión».

Cambiar duele

Por eso, en territorios donde ya existe oferta pública o de otras organizaciones, decidieron reconvertir su presencia y avanzar hacia modelos como el que ya está funcionando en Coquimbo: Vivienda Primero, en coordinación con Desarrollo Social, «un programa que entrega soluciones habitacionales concretas junto con apoyo psicosocial, abordando la situación de calle desde la raíz, no solo desde la urgencia».

Dice comprender la inquietud, «pues cambiar duele», sobre todo cuando lo que está en juego «es el vínculo con personas concretas, con historias de calle y de exclusión que nos marcan profundamente».

Pero es tajante al indicar que «no creemos que se haya perdido la esencia del Hogar de Cristo», como dijo un dirigente del albergue en La Serena.

«Estamos renovando para que siga teniendo sentido en el Chile de hoy. Nuestra esencia no está en los muros ni en las rutinas, sino en el compromiso profundo de estar donde más se necesita, con respuestas que hoy sean justas, dignas y transformadoras. La pobreza ha cambiado y hoy tiene rostro de migración, salud mental, personas mayores en soledad, hacinamiento y falta de vivienda», apunta.

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