A semanas de la resolución de la corte, ya más tranquila, Karina Meneses admite que existe «desazón» porque el cura Daniel Dinamarca tendrá libertad vigilada intensiva, pero también esa tranquilidad de que de por vida no podrá trabajar con niños. «Por eso acatamos el fallo y dijimos, ‘ok, bien, cerremos acá’».
Era 2019 cuando todo explotó. Entonces su hijo estaba de gira de estudios. Pero acá, un compañero del Seminario Conciliar contó que había sido abusado por el sacerdote Daniel Dinamarca. Nadie le creyó.
Karina Meneses no imaginaba que una de las víctimas era su hijo, que tras llegar de su gira y quizás porque tenía el deber de apoyar a su compañero, relató lo ocurrido.
Así comenzó esta lucha para conocer la verdad y con ello una querella a la que se sumaron en enero del año pasado, que terminó en diciembre pasado luego que el Juzgado de Garantía de La Serena condenara a cinco años de presidio menor en su grado máximo al sacerdote por el delito de abuso sexual reiterado contra dos menores del establecimiento educacional.
La pena efectiva fue reemplazada por la libertad vigilada intensiva, aunque de por vida no podrá ejercer un trabajo que tenga directa o indirecta relación con menores.
«Suena un poco ridículo, pero a una también la van asesorando los abogados en cuanto a lo máximo que se puede pedir y cómo son las condiciones del juicio. Si nosotros nos íbamos a un juicio oral, se venía un interrogatorio muy hostil para mi hijo de parte de la defensa, y lamentablemente no iba a contar con la protección que tienen los menores cuando deben ser entrevistados. Se venía una fase muy difícil y por eso no seguimos a la etapa siguiente y optamos por aceptar y acatar este fallo, principalmente para no seguir exponiéndolo», reconoce Karina, ya más tranquila y entendiendo que quizás fue lo mejor para el resguardo de su hijo, hoy de 20 años.
Sin embargo, dice que «existe esa desazón» porque el cura finalmente no irá a la cárcel.
El objetivo de Karina y su familia siempre fue buscar que Dinamarca «nunca más pueda trabajar con niños», aunque admite que participaron de la querella cuando se dieron cuenta que estos abusos habían sido reiterados, entre los 11 y 15 años de edad.
Recuerda que «esto generó un daño psicológico importante en nuestro hijo y lo que queríamos probar era esa dinámica vinculante con la que él compró el silencio de los niños para seguir abusando, y que eso provocó un daño tanto o más irreparable que lo que pueda haber llegado a lo físico. Quizás no violó a nadie, pero sí esa dinámica vinculante perjudicó el desarrollo psicosocial de estos adolescentes».
Fueron más las víctimas, pero finalmente solo dos participaron en la querella, «así que se siente esa impotencia y desazón. El sacerdote tenía planes de ser profesor, estaba en la universidad, y ahora de por vida no puede trabajar con niños, y por eso acatamos y dijimos, ‘ok, bien, cerremos ahí’».
Redes sociales
Los hechos se remontan a los años 2016 y 2017, y de acuerdo a la sentencia dictada el lunes 18 de diciembre, también se incluyó la inhabilidad para no ejercer cargos educacionales.
«Se ganó en lo que queríamos en un comienzo, que no se vinculara nunca más con niños, pero la parte triste es que no pasará ninguno de sus días en la cárcel por lo que hizo. Se dictó sentencia, pero hora nos queda la parte civil, en donde los abogados verán lo estimativo en cuanto a daño y perjuicio, y ahí se supone que tendrán que responder tanto el arzobispado, la congregación (Padres Barnabitas) y de manera personal el cura».
El caso ha sido comentado especialmente en redes sociales, donde existe la condena social a los actos cometidos y por no pagar su crimen con cárcel.
En ese punto, Karina afirma que «la respuesta de la gente es súper clara, y se pregunta: cómo no está en la cárcel, qué sentencia tan absurda. La gente en general respalda y apoya, también las personas que están en conocimiento de la situación».