En el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, la obispo presidente del Consejo de Pastores Evangélicos de la región de Coquimbo, da cuenta del proceso actual del país, a días de las elecciones parlamentarias y presidenciales.

Por René Martínez Rojas

Fueron cerca de nueve años de trabajo pastoral que dio como resultado que desde 2008 todos los 31 de octubre se conmemore el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes.
Y no tiene ninguna relación con Halloween, la fiesta importada que se ha extendido entre los chilenos durante las últimas décadas, y que coincidentemente se festeja el 31 de octubre.
«Sí, parece contradictorio, pero lo hemos tomado como una oportunidad de entregarle la luz a nuestra nación, ya que el Halloween es una festividad que ni siquiera es nuestra, pues viene desde afuera como muchas cosas y más bien a contaminar que ayudar a nuestra nación», dice Silvia Cepeda, obispo presidente del Consejo de Pastores Evangélicos de la región de Coquimbo.
Aunque hoy tendrán varias actividades, ayer frente a la Gobernación Regional se realizó una Adoración Pública, donde se izaron la bandera cristiana con el himno emblemático, firmes y adelantes.
Y con un mensaje claro: «mucha esperanza y creyendo que Chile necesita la presencia de Dios y de la iglesia. Porque se piensa que la iglesia es un mal menor para esta sociedad, pero en realidad es un bien necesario para nuestra nación».

Distintas clases

Con los años ha crecido el impacto de los evangélicos en la configuración social, pero fundamentalmente en política, y por eso no quieren estar ajenos a lo que pueda suceder este 16 de noviembre cuando se desarrollen las elecciones parlamentarias y presidenciales.
«Lo vemos con optimismo, porque Dios sigue teniendo el control. Él sabe qué es lo mejor para Chile y nosotros orientamos a los miembros de nuestras congregaciones a que piensen bien por quién van a votar, ya que debemos saber cuáles son sus valores, sus principios y si realmente lo van a hacer pensando en el bien de nuestra nación y no por intereses personales».
En cuanto a obedecer y votar por lo que diga el pastor, reconoce que «la voz pastoral debiera ser así. Aunque no en todos los casos lo es, porque hay distintas clases de miembros en una congregación. Hay discípulos que siguen las enseñanzas de sus maestros y hay personas que tienen motivaciones diferentes para ir a una iglesia y siguen en su libre albedrío. Pero nosotros orientamos como pastores para que tomen sus mejores decisiones».
También explica las distintas corrientes que existen dentro de la iglesia, entendiendo que dos son los mundos evangélicos marcados, «que es el pueblo cristiano más fundamentalista, y el pueblo cristiano renovado. Pero en el fondo no se ve la diferencia, sino más bien la forma, quizás en las vestimentas, en el modo de expresar la adoración. Pero funcionamos todos en unidad con los mismos valores y principios».

 

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