
El anuncio del cierre de dos hospederías del Hogar de Cristo en la Región de Coquimbo removió las aguas. Para algunos, se trata de una modernización necesaria. Para otros, el principio del fin de una institución que llevaba décadas albergando dignidad. Gonzalo Cortés, exdirector regional con más de 20 años de experiencia en la fundación, reflexiona sobre lo que está en juego.
¿Usted cree que es un cambio que ya tocaba hacer? ¿Tiene otra postura? ¿En su tiempo se evaluó alguna alternativa?
Yo creo que las instituciones cambian, y las realidades sociales también. El Hogar de Cristo se ha ido adaptando a eso: a las nuevas ofertas, al nuevo quehacer social. Lo que estamos viendo ahora es parte de esa nueva propuesta. Yo no tengo hoy día información interna, porque ya no trabajo ahí, pero está claro que hay una estrategia distinta, que responde a nuevos alineamientos, nuevas estructuras. Y espero, sinceramente, que eso se haga con profesionalismo, porque las problemáticas se están profundizando.
¿Y a qué problemas se refiere? ¿Personas en situación de calle? ¿Adultos mayores?
Montones. Algunos son de siempre: calle, discapacidad, vejez. Pero hay otros que han emergido o se han complejizado: migración, jóvenes desescolarizados, los niños que están en la red de Mejor Niñez… Son nuevos dolores. Y eso lo tiene que abordar no solo el gobierno, también la sociedad civil. Y ahí está el Hogar de Cristo, ojalá con fuerza. Porque si no, nadie más lo va a hacer.
Pero no todos lo ven con buenos ojos. Francisco Riquelme, monitor social del albergue, dice que la fundación perdió el corazón, que se volvió una empresa que busca números azules.
¿Qué le parece esa crítica?
Yo no creo que se haya perdido el corazón. El corazón está en la misión, y la misión no ha cambiado. Es responsabilidad de todos —medios, empresarios, ciudadanos— superar la pobreza. Y para eso también se necesita plata. Esto no se sostiene con oraciones. Yo confío en que la nueva estrategia busca lo mismo de siempre: acoger con amor, con respeto, con justicia. Pero también con gestión. Porque sin recursos no hay milagros.
¿Cree que falta más presencia del Estado en estos temas?
Sin duda. Las políticas públicas tienen que ser más robustas. Pero no basta con el Estado. Tiene que estar la sociedad civil, las universidades, todos. La pobreza no se resuelve solo asistiendo: hay que ir a la raíz. Y eso se hace en conjunto, no solos.
Tengo la esperanza de que al Hogar de Cristo le vaya bien. Porque si le va bien a ellos, le va bien a los pobres. Y los pobres son el centro de todo. Como decía el padre Hurtado, que los patroncitos mejoren su calidad de vida. Esa sigue siendo la meta.