La triste huella del paso de la Caravana de la Muerte por la capital regional

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Varias son las actividades que se realizarán este lunes para conmemorar los 50 años de la muerte de 15 personas. María Fedora Peña, hija de Jorge Peña Hen, lo recordó junto a Diario La Región.

El 16 de octubre no es un día más en la región. Para algunas familias es dolor, volver a revivir una época oscura en la historia del país.

Hace 50 años una comitiva militar, la infame Caravana de la Muerte, recorrió el sur y norte de Chile cobrando 96 víctimas. Quince de ellas en la región de Coquimbo. El músico Jorge Peña Hen fue uno de ellos, asesinado «conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en tiempos de Guerra», informó el gobierno militar de Augusto Pinochet.

Para María Fedora Pe-ña, su hija, cada 16 de octubre hay «mucha emoción, reconocimientos y homenajes. Todas palabras que se las merece, por cierto, así que es un tiempo de mucha emoción y que es justamente la palabra que encierra todo lo que estamos viviendo».

Tú lo harás…

Ese 16 de octubre de 1973, a las 13:00 horas, comenzaron los movimientos en el Regimiento Arica de La Serena, hoy llamado Regimiento Coquimbo. Dos jeeps militares llegaban a las afueras del regimiento. Un contingente del Ejército había concurrido a la Cárcel Pública de La Serena a retirar «sin derecho ni decreto alguno» a 14 prisioneros.
Algunos pensaron que serían absueltos. Sin embargo fueron conducidos hasta el polígono de tiro de ese recinto militar, donde fueron asesinados sin juicio previo mediante disparos efectuados por personal del Ejército. Eran las 4 de la tarde.

Cristian Cruz, abogado querellante de 14 de las 15 víctimas, entre ellas Peña Hen, dijo que en las próximas semanas, «suponemos que en dos o tres viernes más, se dará inicio a los alegatos en la Corte Suprema por el caso Caravana de la Muerte episodio La Serena».

Hasta ahora, lamentablemente para María Fedora, «es justicia en la medida de lo posible. Encuentro que esa ha sido la frase que más se ha acomodado, ‘justicia en la medida de lo posible’, y por supuesto que ha faltado una voluntad política de todas maneras. En todos los colores políticos hay gente que ha querido hacerlo, pero otros han hecho la vista gorda».

Para Fedora, el legado más importante que dejó su padre fue la música, indudablemente, «y tendrán que venir otros para seguir continuando su trabajo, porque uno de los planes de mi padre era hacer un teatro de la Opera, te hablo de 1972, cuando incluso me lo había encargado: ‘tú lo harás’, me dijo».

Por entonces estaba recién estudiando diseño en Santiago, «y con esa afirmación me asusté, porque sabía que todas las cosas que se le ocurrían, le resultaban, así que me dio miedo asumir esa responsabilidad. Me acuerdo perfecto que tuvimos esa conversación».

Es la herencia

Con los años, en cuanto al teatro, reconoce María Fedora que se intentó hacer y no fue hace mucho, puesto que el lugar que se tenía planificado era el edificio de la CCU, que entonces estaba desocupado, «pero de buena fuente supimos que en ese lugar no podía haber tráfico de camiones en una zona que es patrimonio. Así se fue diluyendo esto y además que tendría que haberme venido a vivir acá para dedicarme. Pero todo ha quedado ahí, aunque siempre he tenido ese pensamiento, que él quería eso y había que hacerlo».

Cada vez que escucha hablar de su padre, la inunda un sentimiento de orgullo, porque todo en él representa para mí un orgullo y una admiración muy grande, como director, músico y como ser humano», admite.

Pero lo es más cuando esa admiración llega de otras latitudes. Y recuerda que justamente el sistema de Venezuela «es la herencia que dejó mi padre, aunque acá tuvimos 17 años de oscurantismo y la música de mi papá estaba prohibida tocarla, mientras que los venezolanos hacían políticas públicas y desarrollaban esto a un nivel extraordinario…».

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