Ocho meses a la deriva y sin que sepa del pescador desaparecido

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No ha sido fácil para la familia seguir sin los pescadores Peter Moraga (48) y Domingo Arriagada.

«El caso continúa abierto y ha sido angustiante y agotador, pero dentro de todo estamos bien. Obviamente esperando que se haga justicia y tener algún resultado de todo lo que ha pasado, ya que al final nadie en estos ocho meses se ha comunicado con nosotros: ni la fiscalía, ni los marinos», cuenta Constanza, hija de Peter, a quien recuerda como un apasionado del mar, de los viajes y de la buena música.

«Le gustaba mucho escuchar Pink Floyd, era su banda favorita», agrega con voz casi quebrada.

Ese 7 de julio el grupo, a bordo del navío Don Claudio, chocó con unos roqueríos en las cercanías del Islote Pájaros. Tras sacar un bote de emergencias, seis de los ocho tripulantes lograron seguir con fidelidad el libro «Relato de un Naúfrago», de un tal García Márquez, pues después de siete días en los que se alimentaron de pájaros y agua de mar hervida, fueron rescatados. No así dos compañeros que no lo lograron y siguen con paradero desconocido.

Para Constanza todo este tiempo ha sido de dulce y agraz. «Y bien angustiante», reconoce a través del teléfono.

Como familia dicen estar «súper descontentos con la institución», porque desde un comienzo «hubo negligencias en la búsqueda y posterior a eso también».}

Llevan una angustia innecesaria por el tiempo que ha transcurrido, «y porque todavía no sabemos qué sucedió antes del accidente, durante y después, y no sé quién se hará responsable. Creemos que existe una responsabilidad tanto de la Armada como del armador y jefe de flota de la embarcación», señala.

La última vez que estuvo en Coquimbo fue en octubre, tres meses después de la desaparición de su padre. Hicieron una intensa búsqueda, incluso con la ayuda de buzos y pescadores artesanales, pero nada obtuvieron.

«Fue la última búsqueda que hicimos, donde fuimos a la fiscalía a pedir información y después nunca más recibimos noticias. Incluso pedimos una reunión y no nos contactaron. Posteriormente un tío volvió a llamar para ver qué pasaba y dijeron que nos iban a contactar, que no tuviéramos problemas, pero nunca nos llamaron».

Una abogada particular es la esperanza, y advierte Constanza que las diligencias van súper bien encaminadas, «aunque no podemos hacer más mientras no esté cerrado el sumario. De hecho, mandó una solicitud al teniente marítimo para que nos entregara un certificado, porque durante todo este tiempo no hemos podido hacer nada. La idea es ver el tema legal, ya que mi papá para el sistema todavía está con vida».

Las esperanzas de encontrar a su padre vivo cada vez son menos para Cony. Y eso la embarga. De igual forma existe desazón por la manera en cómo se ha llevado a cabo la investigación, donde cree que son varios los culpables del trágico accidente.

«Quien (Carlos Cerda, gobernador marítimo de Coquimbo, en entrevista con diario La Región) habló está recién tomando el mando y no tiene idea de lo que pasó en el accidente. Ellos se demoraron siete días en buscar a los chiquillos en la isla, y creemos que si no se hubiesen demorado tanto, seguramente habríamos encontrado algún rastro de mi papá y don Domingo. Aparte de eso, los chicos estuvieron súper mal esos días, algunos con problemas psicológicos, y si nosotros no hubiésemos hecho presión como familia, además que la noticia se comenzó a viralizar con los días, no sé si hayan movido tanto para buscarlos».

Para la estudiante de veterinaria toda la indagación partió mal desde el inicio, «primero con la lentitud en la búsqueda e insisto que creemos que fue negligencia de los marinos, del armador y del jefe de flota. De hecho, los pescadores artesanales fueron los que más se movieron para encontrarlos, toda vez que estuvieron afuera, salieron hartas embarcaciones, los buzos…».

Ella y su hermana sólo desean poder encontrar algún rastro de Peter para cerrar algunos ciclos.

«Todos pensamos y decimos que mi padre está trabajando, que salió a la mar, nadie quiere decir que falleció, y porque legalmente sigue vivo y seguimos con los trámites».

Por otro lado, esperan que se haga justicia, «y encontrar alguna responsabilidad para cerrar el caso, que va más allá de la indemnización, que tampoco es menor y necesaria por mi hermanita. Pero eso pasa a segundo plano, ya que a nosotros lo que nos interesa es saber quién se hará responsable y que se sepa que hubo negligencia».

Por el momento, lamenta que nadie les haya entregado alguna noticia, «y por eso todo sigue en el limbo. Cada día que pasa es más difícil creer que sigue con vida. Aunque siempre lo hemos buscado con la esperanza de encontrarlo vivo, porque mi padre era buzo táctico, vivía a veces solo por un tiempo en la playa, así que de temas de sobrevivencia sabía mucho».

Entre sus viajes a Santiago, Coquimbo y Talcahuano, el año pasado optó por congelar el segundo semestre de su carrera. Y si bien este año volvió a retomar, «no ha sido fácil. Tuve que congelar porque con el tema de mi padre he tenido que viajar mucho, y ha sido súper complejo siempre volver a hablar del tema, ya sea que me llaman de la prensa o para realizar trámites, por lo tanto, volver a contar toda la historia nuevamente da mucha pena. Es un desgaste emocional grande, pero no me complica hablar de mi papá, me encanta hacerlo…».

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