Vecinas crianceras del sector Las Compañías, en La Serena, denuncian pérdidas por ataques recurrentes de jaurías. Acusan abandono por parte de las autoridades y tenencia irresponsable de mascotas.
Por Joaquín López B.
Lo que comenzó como un sueño de autosustento hoy se ha convertido en una pesadilla. En el sector de La Varilla, en Las Compañías de La Serena, emprendimientos de crianza de gallinas, patos y caprinos han sido devastados por constantes ataques de perros callejeros.
Las afectadas, en su mayoría mujeres, denuncian que pese a los refuerzos en sus instalaciones y reiteradas peticiones a las autoridades, la situación persiste, con pérdidas que superan los dos millones de pesos. Reclaman mayor fiscalización y control de la tenencia de mascotas, mientras luchan por no perderlo todo.
Meses de esfuerzo e inversión fueron arrebatados en un descuido. Los crianceros de La Varilla, en el sector de Las Compañías de La Serena, se han visto gravemente afectados por grupos de perros callejeros que entran a sus predios y atacan a sus animales.
Una situación lamentable, pues estas agrupaciones se ganaron fondos para poder desarrollar sus emprendimientos de crianza de gallinas y caprinos. Sin embargo, su negocio se ve perjudicado por la tenencia irresponsable de mascotas en el sector.
A pesar de que han reforzado sus gallineros y las entradas a los terrenos, los perros encuentran la forma de escabullirse y causar estragos. Las pérdidas se avaluan entre los 700 mil y los 2 millones de pesos.
Para Margarita Julio, quien tiene un emprendimiento de crianza de gallinas felices, sus animales han sufrido varios ataques, pero el último fue el peor, pues «me mataron casi todos mis animales».
«En Semana Santa me mataron 14 gansos y 40 patos. A raíz de eso reforcé los gallineros, pero resulta que, anteayer, me mataron todos los conejos y los cuyes. Hoy día me mataron una crianza de gallinas mapuches y conejos, además de centenares de pollos», lamenta.
Su emprendimiento familiar se ha visto sumamente dañado, y calcula pérdidas por más de 700 mil pesos. «Esto viene sucediendo desde casi principios de año», denuncia. Gran parte del problema serían las jaurías de perros que hay en el sector, y a eso le añade la tenencia irresponsable de los vecinos.
El problema es compartido. Rosa Marín también tiene su proyecto en La Varilla y ha corrido con la misma suerte. «Hay muchos perros vagos acá», agregó. Con todo lo que le ocurrió, tuvo que recurrir a la Fiscalía para denunciar a los «dueños irresponsables» que le han causado grandes pérdidas.
En su caso, entre ejemplares y alimentación, habría gastado más de 2 millones de pesos. «Me dejaron como 20 gallinas de las casi 100 que tenía», relató. Y aunque la solución no parece cercana, aún confía en que se puede encontrar una salida.
«Ojalá que las autoridades se preocuparan más de este sector, porque está muy abandonado. Si pudieran venir a fiscalizar y fomentar la tenencia responsable, por ejemplo. Los perros tienen derechos, pero a nosotros nadie nos devuelve todo el sacrificio por el que hemos pasado», manifestó.
Mientras tanto, la presidenta de la Comunidad Buenaventura, Yasmina Bastén, afirmó que es un problema recurrente. «A mí, la última vez, me mataron 20 gallinas. Cada una tiene un valor entre los 10 mil y 20 mil pesos».
«Nosotros vimos a los perros, fuimos a hablar con el caballero de dónde eran y se rió en nuestra cara. El problema es que la mayoría cría perros, pero cada quien tiene que hacerse responsable de sus animales», dijo.
Según Bastén, la población de perros ha aumentado significativamente, por lo que urge un operativo de esterilización. Además, «no hay que dejarlo que ande en la calle, porque después nadie se hace responsable de lo que hace en otros lados».
«Hemos hecho varias gestiones para tener una conversación con la alcaldesa Daniela Norambuena, y no pasa nada. Ella estuvo en nuestra comunidad cuando era candidata, tomó once con nosotros. Esa es la rabia de nosotros con los políticos: después no se acuerdan de nadie», concluyó.
Por ahora, todo sigue igual. Las vecinas siguen enterrando animales, reforzando gallineros con lo que tienen a mano y esperando una respuesta que no llega. No piden milagros, solo que alguien mire hacia La Varilla y se haga cargo, antes de que los perros terminen por comerse lo poco que queda.