
La llamada «sanadora argentina» se presentará el 22 y 23 de julio en el Coliseo Monumental, en medio de cuestionamientos por parte de la Iglesia de Rosario, que se ha desmarcado oficialmente de su grupo de oración. Desde la teología, advierten que cuando se ensalza a una figura por sobre la comunidad, se rompe el sentido profundo de los carismas cristianos.
A días de que Leda Bergonzi, conocida como «la sanadora de Argentina», se presente en La Serena, el debate en torno a su figura vuelve a encenderse. La masiva convocatoria que ha generado en distintas ciudades de Chile —y el respaldo que expresa gran parte del público que asiste a sus encuentros— contrastan con las reservas manifestadas por sectores de la Iglesia Católica. En septiembre de 2023, el Arzobispado de Rosario señaló expresamente que las actividades del grupo «Soplo del Espíritu» y de la propia Leda no cuentan con aprobación eclesiástica, y se realizan a título personal.
La visita de Bergonzi está agendada para el lunes 22 y martes 23 de julio en el Coliseo Monumental de La Serena. Aunque sus seguidores la consideran una mujer con dones extraordinarios, desde la teología cristiana existen reparos profundos al fenómeno, especialmente cuando este se desliga de la vida comunitaria y eclesial.
Sanadores, carismas y comunidad
Consultado sobre el tema, el teólogo y académico de la Universidad Católica del Norte, Javier Cortés, explicó que la figura del «sanador» no es ajena a las tradiciones religiosas, incluyendo el cristianismo. «Desde la sociología de la religión, la figura del sanador ha estado presente desde los orígenes, como un mediador entre fuerzas espirituales y el mundo humano. En el cristianismo, sin embargo, el poder sanador no reside en la persona, sino que es Dios quien sana, a través de la oración y por medio del Espíritu Santo».
En ese sentido, recalcó que los carismas, entre ellos el de sanación, «no son un poder personal, sino dones gratuitos que se conceden en beneficio de la comunidad». A juicio del teólogo, la Iglesia ha sido clara al establecer que estos dones deben ejercerse en comunión con la comunidad eclesial, sin protagonismos individuales ni fines de lucro.
¿Qué cuestiona la Iglesia?
El académico recordó que, tras un periodo de acompañamiento pastoral, la arquidiócesis de Rosario comunicó que las acciones de Bergonzi y su grupo ya no contaban con su aprobación. «Hubo declaraciones que encendieron las alarmas, como cuando ella sostuvo que el cáncer era consecuencia de la falta de perdón. Eso no solo carece de base científica, sino que resulta pastoralmente irresponsable», apuntó.
Además de la desinformación, Cortés advierte un riesgo mayor: «Lo delicado es cuando se rompe la unidad eclesial y se actúa fuera de la comunión con la Iglesia. En el Nuevo Testamento ya se advierte sobre esto. Si una persona se convierte en el centro del movimiento, desplazando la centralidad de Jesús y de la comunidad creyente, entonces se desvirtúa completamente el sentido del carisma».
Esperanza, fe y vulnerabilidad
¿Por qué tantas personas acuden entonces a este tipo de encuentros? Para el académico, la respuesta no es únicamente teológica, sino también humana. «Cuando una persona está enferma o tiene un familiar con una dolencia grave, lo que busca no es solo sanación física, sino alivio al sufrimiento. Por eso estas convocatorias crecen: porque hay dolor, y también una necesidad de esperanza», explicó.
Sin embargo, advierte que esa vulnerabilidad puede ser manipulada. «El problema no es orar por los enfermos. El problema es cuando eso se transforma en espectáculo, se cobra por entrar, se hace sin transparencia, y se desliga del discernimiento pastoral. Es ahí donde la Iglesia, con toda su tradición, pone un límite ético y comunitario».
Crisis institucional y desafíos pastorales
El teólogo considera que fenómenos como el de Bergonzi también reflejan un desafío interno para la Iglesia. «Muchos de estos grupos captan personas que no se sienten escuchadas dentro de sus propias comunidades. Hay una fe que se está viviendo fuera de las instituciones. Eso interpela a la Iglesia: ¿qué espacios está dejando vacíos?», se preguntó.
Pese a las diferencias, el académico subrayó que la postura de la Iglesia no es de persecución ni de prohibición. «La Iglesia no impide que se rece por los enfermos. Al contrario, invita a hacerlo. Pero lo que promueve es una vivencia comunitaria de la fe, donde Jesús —y no un personaje carismático— es el centro. Y donde toda sanación, más allá de lo físico, pasa por una sanación interior, espiritual y de sentido».