
- El vegetal es conocido por sus propiedades antioxidantes y cardiovasculares. La iniciativa busca transformar residuos agrícolas en alimentos saludables y accesibles para la comunidad.
La betarraga, además de su característico color intenso y sabor dulce, es un verdadero tesoro nutricional. Sus compuestos naturales ayudan a mejorar la salud cardiovascular, gracias a los nitratos que regulan la presión arterial, favorecen la función hepática y fortalecen el sistema inmunológico por su alto contenido de vitaminas, ácido fólico, hierro y antioxidantes. A ello se suma su aporte en fibra, que promueve una digestión saludable y combate la inflamación.
Con todos estos beneficios, aprovechar los descartes de betarraga no solo representa una acción sostenible, sino también una oportunidad para crear alimentos saludables y accesibles para la comunidad.
En esa línea, el equipo del Laboratorio AINA de la Universidad Central sede Región de Coquimbo dio un paso clave al validar la formulación de sus innovadoras gomitas elaboradas con descartes de betarraga, en una jornada técnica realizada en el Centro Tecnológico para la Innovación Alimentaria (CeTA), en Santiago.
Esta validación forma parte de una serie de etapas necesarias para que el producto llegue al público, marcando un avance concreto en el propósito de transformar residuos agrícolas en alimentos nutritivos y sostenibles. La iniciativa se enmarca en el proyecto Cataliza, impulsado por la Dirección de Desarrollo e Innovación U.Central y financiado a través de los fondos InES I+D 2025, orientados a fomentar la economía circular y la innovación alimentaria con enfoque territorial.
Durante la jornada, el equipo —integrado por la académica Siegried Lillo, el gestor tecnológico Jhon Jara y el estudiante Dagner Bonilla— elaboró las gomitas en el Kitchen Lab del CeTA, comprobando la viabilidad técnica de la formulación. Este proceso permitirá ajustar textura, sabor y conservación antes de avanzar hacia una producción a mayor escala.
“Esta validación nos acerca un paso más a que las personas puedan disfrutar de un alimento innovador, que además contribuye al aprovechamiento de los recursos de la región. Queremos demostrar que es posible hacer ciencia aplicada con impacto local y con beneficios para la comunidad”, destacó Siegried Lillo, académica investigadora del Laboratorio AINA.
La colaboración con el CeTA, representado por la ingeniera de desarrollo Catalina Pardo, refuerza la alianza entre la Universidad Central y centros tecnológicos nacionales, abriendo la puerta a futuros desarrollos en alimentos funcionales y sostenibles.
El avance del proyecto Cataliza representa una apuesta por el desarrollo territorial con conciencia ambiental, donde la ciencia y la innovación se ponen al servicio de las personas. Lo que comenzó como una idea en un laboratorio coquimbano, hoy da un paso más hacia convertirse en una opción real para quienes buscan productos saludables y responsables con el planeta.






























