Una ordenanza municipal que regula los letreros publicitarios comenzó a aplicarse con mayor rigurosidad en toda la comuna. Mientras que los comerciantes piden claridad y gradualidad en su implementación, el paisaje urbano sigue debatiéndose entre la identidad patrimonial y la presión comercial.

En las calles del centro de La Serena, lo patrimonial convive —a veces con dificultad— con lo comercial. La arquitectura neocolonial, característica del casco histórico, sigue siendo parte del paisaje, pero con una condición: cada vez es más difícil verla. En su lugar, lo que destaca son carteles, toldos, letreros retroiluminados y avisos con tipografías urgentes, que anuncian desde empanadas hasta clases de barbería exprés.
No se trata de cuestionar la actividad económica —porque el centro sigue siendo un polo comercial activo—, sino de observar cómo las fachadas, muchas de ellas con valor histórico, quedan relegadas a un segundo plano visual. Algunos locales montan estructuras sobre ventanas, cubren cornisas con lonas o simplemente taladran los muros sin mayores reparos. El resultado es una superposición entre la arquitectura de época y un lenguaje visual que poco tiene que ver con ella.
En este escenario, un nuevo factor ha generado inquietud entre comerciantes: la aplicación de una ordenanza municipal que regula y cobra por los letreros publicitarios en locales establecidos. Aunque esta normativa ha estado vigente desde antes, su ejecución comenzó a aplicarse con mayor rigor a partir de este semestre, y no solo en el centro, sino en toda la comuna de La Serena.
«Entendemos que hay una normativa y que los inspectores municipales están obligados a hacerla cumplir. Pero aquí el problema no es el cobro en sí, sino cómo y en qué condiciones se está haciendo», señala Marco Carrasco, presidente de la Multigremial Región de Coquimbo. La organización ha canalizado la preocupación de más de 400 locatarios de distintos sectores comerciales de la ciudad, desde el centro histórico hasta zonas como Balmaceda y calle Ulriksen.
Aclara que no se han cursado multas, pero sí notificaciones para regularizar los letreros. A su juicio, la situación ha sido sorpresiva para muchos. En tanto, valoró la asistencia de los jefes administrativos de los distintos departamentos municipales en una reunión celebrada el pasado martes.
Uno de los puntos más debatidos es el criterio con el que se calcula el cobro. «Muchas veces se está cobrando por toda la estructura que sostiene el letrero, aunque el logo sea pequeño. Eso encarece injustamente el monto, sobre todo para quienes apenas sobreviven con su negocio», explica.
Desde la multigremial proponen que se revise la normativa y que los cobros se ajusten al tamaño real del anuncio, al giro del local y a su situación económica. Además, solicitaron formalmente que durante 2025 no se realicen cobros, dando tiempo a los locatarios para regularizar su situación, y que los pagos comiencen recién en 2026.
Hoy, lo que está en juego no es solo el equilibrio visual del casco histórico, sino también la sostenibilidad de cientos de pequeños comercios que forman parte viva de la ciudad. Bajo cada cartel, hay una historia que busca seguir visible.

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