Miguel Ángel festejó el ascenso a primera división de su club, mirando y sumándose a las celebraciones desde un balcón del hospital de La Serena.
El partido más importante de los últimos siete años del conjunto granate lo vio desde el recinto médico, donde se encuentra hospitalizado después de habérsele diagnosticado un melanoma. «Lo sacaron en silla de rueda, por calle Balmaceda, para que viera la caravana que venía saliendo feliz del estadio La Portada…», relata su padre.
La pelota en la red. Y un grito de gol, de desahogo en el Estadio Nacional. En La Portada. Pero también en el hospital de La Serena, donde Miguel Ángel Moreno, de 18 años, festejó hasta las lágrimas.
En el recinto se encuentra hospitalizado desde el primero de enero, luego que una biopsia le detectara un melanoma, un tumor…
«¡La hora, termiiiinalo!», gritan los hinchas granates con la vena del cuello como un trozo de manguera roja a punto de explotar. Lo propio Miguel Ángel desde el hospital.
Sus ruegos son escuchados. Minuto 90’ y final del partido. Empate a cero. Se preparan los penales y desde su cama, a cientos de kilómetros, ya no da más con sus nervios. Lo propio su padre, que no pudo acompañarlo, «pues tuve cosas que hacer e incluso tampoco pude ver el partido», cuenta.
La ilusión de los hinchas granates que llegaron al recinto ñuñoíno era enorme. También la de Miguel Ángel, que de no haber estado hospitalizado habría estado ahí, saltando en el tablón.
Muy emocionado…
La historia ya es conocida y venerada. Zacarías López fue el héroe atajando dos penales, y Sebastián Leyton, lesionado, marcó el tiro decisivo que rompió una maldición de siete años.
Algarabía en el Nacional. En La Serena y en la hospital. Sí, porque Miguel Ángel festejó como si hubiese estado en Santiago, en La Portada.
«Ufff, mi hijo estaba muy emocionado, demasiado, si incluso le vinieron taquicardias en los lanzamientos penales, así que por suerte estaba en el hospital», ríe hoy su padre.
Y agrega: «Creo que las enfermeras le estabilizaron la presión, y es más, lo sacaron en silla de ruedas por calle Balmaceda, para que viera la caravana de gente que venía saliendo del estadio La Portada, donde los hinchas se juntaron para ver el compromiso, así que estaba muy emocionado, feliz, puesto que es de la barra, y habría estado ahí seguramente…».
Miguel Ángel terminó cuarto medio el año pasado en el colegio San Martín de Porres, de Las Compañías, pero por su enfermedad no pudo estar presente en la ceremonia de licenciatura junto a sus compañeros.
Claro, porque las malas noticias para Miguel Ángel partieron en octubre, con dolores e idas al hospital. Pero como reconoce su padre, Miguel, «en ese momento no se le encontró nada y lo mandaron para la casa. A los días nuevamente se trasladaron hasta el hospital y pedimos que tenían que dejarlo, que no estaba bien, pues lo único que le daban para el dolor es el tramadol y que le calmaban los dolores, es verdad, pero a los días nuevamente los malestares volvían».
Pero Miguel Ángel, que desde los cinco años sueña con ser futbolista profesional, no sabía el motivo de esos dolores. Hasta el mes de diciembre cuando fue hospitalizado por tres días, luego operado, «y fue cuando le hicieron una biopsia para ver lo que tenía y el diagnóstico no fue lo que esperábamos», relata Miguel.
Entonces le dieron control para el 2 de enero, pero el primero no pudo más y quedó hospitalizado. Hasta hoy.
«Todo se dio muy rápido, ya que aún sigue hospitalizado y se han hecho campañas para reunir dinero y comprar la droga, la que gracias a Dios ya llegó. También se han hecho rifas, una fiesta de la espuma en el Espejo del Sol, en Las Compañías, y bingos, así que en ese sentido la gente se ha portado muy bien».
Sus comienzos en el fútbol los dio en el club deportivo Monjitas Oriente. Con el tiempo en cadetes de Club Deportes La Serena, donde hizo buenas migas, pese a ser menor, con Alan Muñoz y Mario Briceño.
Tiene tatuado el escudo del granate, y los jugadores, conociendo su historia, ya lo visitaron en el hospital. Primero Enzo Ruiz y Franco Olego y este martes el portero Zacarías López.
«Como hoy se ha conocido su historia es que lo han venido a visitar y le enviaron un mensaje por celular los otros jugadores del plantel, así que ha recibido mucho cariño y eso le da mucha fuerza, también a nosotros», agrega. Por ahora, reconoce su padre, el deseo de jugar a la pelota tendría que esperar un par de años, si es que se da la posibilidad.