La lucha de una madre enfrentada a un sacerdote por el abuso sexual a su hijo

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Karina Meneses pide justicia. Lamenta que todo siga como el primer día, cuando su hijo, junto a otro compañero, denunciaron los presuntos hechos ocurridos en el Seminario Conciliar, «cuando tenía entre 11 y 15 años, así que fue durante larga data, no fue una vez».

Era 2019 cuando todo explotó. Entonces su hijo estaba de gira de estudios. Pero acá, un compañero del Seminario Conciliar contó por redes sociales que había sido abusado por el sacerdote Daniel Dinamarca.

Karina Meneses no imaginaba que una de las presuntas víctimas era su hijo, que, tras llegar de su gira, y quizás porque tenía el deber de apoyar a su compañero para que les creyeran, dijo la verdad.

«Esto partió en diciembre de ese año, cuando mi hijo admite que también fue víctima de abuso sexual, que hizo público en las funas de redes sociales un compañero», relata Karina con carácter férreo.

Su hijo -hoy de 19 años- develó los hechos a los 16 años, y esto ocurrió, reconoce, cuando tenía entre 11 y 15 años, «así que fue durante larga data, no fue una vez».

Todo habría ocurrió en el contexto de lo que era la infancia misionera y la catequesis, a cargo del clérigo Daniel Dinamarca, profesor entonces del Seminario y el encargado de pastoral cuando ambos jóvenes participaban de la primera comunión.

Pese a la situación vivida, su hijo se mantuvo en la escuela, «porque estábamos en la intención de que nosotros no nos vamos, siempre con la frente en alto».

La forma en
que hablaba

Desde que iniciaran todo el proceso hasta llegar a la denuncia judicial, hubo muchas interrogantes, aunque esta madre aclara que independiente de «dónde le puso la mano y qué le hizo», lo más difícil «es toda la manipulación emocional que armó este gallo, que le hizo creer a mi hijo de 12 que eran pareja, que lo que tenían era bonito, que era único y muy importante, cuando mi hijo estaba recién comenzando a entender su propio cuerpo y más encima envuelto en esta situación. Hasta el día de hoy ha sido súper difícil que mi hijo pueda contar las cosas sin asumir culpabilidad».

Todavía se conmueve al recordar ese tiempo. Y relata: «Uno se pregunta cómo siguen ocurriendo estas cosas… Este gallo era muy seductor; la forma en que hablaba, la manera en que hacía las misas. De verdad que era muy carismático y querido por la comunidad, una admiración casi devocional, por eso cuando todo se hizo público, la gente prácticamente a nuestros hijos los vio como que querían llamar la atención, y fue triste…».
Si bien admite que desde que se conocieron los hechos están participando en la demanda, recién este año se querellaron y fue precisamente por toda esta situación.

«Psicológicamente mi hijo está mal, y ahí nos devela todo este contexto. Primero dice que este caballero lo tocó un par de veces, pero resulta que tuvieron una relación y eso implica muchas cosas. Imagínate que mi hijo se puso a pololear a los 15 años y esta persona le armó una escena de celos, entonces existe un daño psicológico terrible y nosotros estamos tratando de que se nos escuche. Ahora Fiscalía cita a declarar a mi hijo, pero le cuesta mucho hablar, porque aún se siente culpable…».

Abuso de poder
y confianza

Para Karina, «lo complicado es que la defensa está pidiendo que se cierre el caso porque ya terminó la investigación para ellos».

No obstante, la abogada Sandra Rivera -querellante- pidió en enero la ampliación del plazo de investigación, en vista de las nuevas pruebas y diligencias, «y eso estamos esperando, toda vez que la Fiscalía durante tres años llamó a mi hijo para una sola entrevista…».

El viernes reciente se realizó la revisión de cautelares y Karina lamentó la determinación del tribunal, reconociendo que «la parte más difícil de todo esto es asumir que llegó el momento de presentar la solicitud -prisión preventiva- y no fue acogida porque el Ministerio Público no ha formalizado, no se han realizado las gestiones. Mi hijo está citado el 5 de mayo y yo no estoy contemplada, cuando me interesa hablar del abuso de poder y confianza, ya que si logramos demostrar eso, la pena sube en un grado y esta persona ni siquiera tendría derecho a un juicio abreviado».

Tras la audiencia se fijaron medidas cautelares de arraigo nacional y prohibición de acercarse a las víctimas para el sacerdote, que fue apartado de sus funciones para ser sometido a una «investigación canónica».

Investigación congelada

Los casos de abusos sexuales a menores tienen muchos antecedentes de impunidad, ya que muchas víctimas necesitan años para hablar de lo acontecido -o nunca llegan a hacerlo- y cuando lo hacen, suelen enfrentarse a trabas, descrédito y revictimización. La situación se agrava cuando está la Iglesia de por medio.

Al respecto, Karina comenta que con esta situación se han cuestionado muchas cosas, «como si mi hijo el día de mañana podrá trabajar con niños, por ejemplo, puesto que le ha costado mucho salir adelante. ¿Sabe? No somos una familia perfecta y asumo que nos equivocamos, y quizás por eso mi hijo demoró tanto en contar lo que le había pasado, ya que no estábamos muy focalizados en ellos en ese tiempo».

Lamenta que al inicio haya tenido poca colaboración, «pues cuando pedimos reparación derivaron al otro niño al Cavi (Centro de Atención a Víctima) porque nos dijeron que no nos podían atender, porque un perfil para su ingreso es no tener representación de forma particular, pero cuando recién logramos todos los hilos, fue terrible, porque la investigación quedó ahí, congelada».

Respecto al papel de la iglesia, dice desconocer qué ha hecho, «aunque sé que hacen un seguimiento y este caballero no está ejerciendo el sacerdocio, pero tampoco es suficiente para aminorar todo el daño causado».

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