Militar condenado a 10 años por caso Caravana de la Muerte se encuentra prófugo de la justicia

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Como cómplice, fue sentenciado por 15 homicidios ocurridos en octubre de 1973 en La Serena. La sentencia se dictó el 28 de diciembre, pero hasta hoy
se encuentra con paradero desconocido.

¿Dónde está? ¿Quién o quiénes lo protegen? Es la pregunta que se hacen víctimas de violaciones a los derechos humanos tras enterarse que el general en retiro Jaime Ojeda Torrent, condenado a 10 años -en calidad de cómplice- por el caso Caravana de la Muerte, episodio La Serena, lleva más de 20 días prófugo.
La sentencia fue dictada el 28 de diciembre pasado, sin embargo, hasta hoy sigue con paradero desconocido, a la espera de que sea capturado o se entregue de manera voluntaria para comenzar a cumplir su pena debido a su responsabilidad en el asesinato de 15 personas el 16 de octubre de 1973.
Su actuar, no obstante, para abogados que llevan el caso, no es de extrañar, pues en octubre pasado, por ejemplo, interrumpió la audiencia y trató a jueces de asesinos, momentos en que se desarrollaba una jornada de revisión de los recursos de casación interpuestos por el episodio La Serena en la Corte Suprema.
Además, ha insistido varias veces en su inocencia y ha justificado férreamente su rol en el fusilamiento de 15 personas.
Adriana Rojas es abogada de cinco de las 24 víctimas en la causa de torturas en el regimiento, ocurridas entre el 11 de septiembre de 1973 y noviembre del mismo año, y explica que ya se había solicitado por parte de una abogada del programa de Derechos Humanos, previo a esta situación, su prisión preventiva, pero la Corte en aquella oportunidad lo rechazó.

«Nosotros, en el episodio La Serena, esto hace algunos años, habíamos pedido su prisión preventiva, pero la Corte de Apelaciones de La Serena lo rechazó, porque entendía que no era un peligro para la seguridad de la sociedad y que eventualmente no había peligro de fuga, pero ahora sabemos que eso no era cierto».

Caso torturas

A juicio de la profesional, la noticia «es una falta de respeto a las familias de las víctimas de la Caravana, pero también para todas las personas que han sido víctimas de torturas cometidas por este militar. Recordemos que dentro de los funcionarios del regimiento era muy conocido, especialmente por los detenidos, por ser tremendamente violento, y fue uno de los mayores torturadores que tuvo por entonces el regimiento, además de expresar públicamente que, si tuviese que de nuevo torturar y matar, lo haría…».

Respecto al caso torturas, judicialmente esta causa está en etapa de plenario, ya se terminó la etapa de investigación, donde el ministro Vicente Hormazábal dictó acusación en contra de tres militares: Juan Emilio Cheyre, Mario Larenas y Jaime Ojeda Torrent, por torturas a 24 personas.

A Ojeda Torrent también se le ha vinculado por torturas en la casa del Buen Pastor, que en época de dictadura fue utilizada como centro de detención entre los años 1973 y 1975.
Rojas lleva el caso de cinco víctimas, entre ellas dos mujeres, quienes, junto a otras mujeres que se encontraban entonces prisioneras en el Buen Pastor, eran trasladadas hasta el regimiento para ser torturadas.

Sus dos representadas han indicado que Cheyre era uno de sus torturadores, pero dentro del grupo operativo de torturadores, que era la sección segunda de inteligencia, estaba Ojeda Torrens.

‘Mirar hacia
adelante’

A través de un comunicado, la Corporación Cultural La Serena Dieciséis de Octubre, desde el Sitio de Memoria y Reflexión por los Derechos Humanos Casa de Piedra, lamentó «la lenta y laxa justicia que tenemos, la cual permite que criminales de lesa humanidad, como Jaime Ojeda Torrent, en vez de haber sido apresado de inmediato -tras ser condenado-, ha permitido que este criminal esté aún libertad».

Agregó que «quienes fueron torturados en el Regimiento de La Serena no podrán olvidar que el ex oficial, hoy condenado, se permitió la desfachatez de ir a burlarse de ellos mientras esperaban declarar en el cuartel de la PDI de La Serena».

En la ocasión, «Ojeda Torrent se mezcló entre los ex prisioneros y trató de convencerlos de que nada sacarían con su declaración, y que con ello sólo se iban a acentuar sus heridas, las que era mejor cerrarlas y olvidarlas para ‘mirar hacia adelante’».

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