El inolvidable abrazo de una madre y su hijo en libertad

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Alfredo Gómez fue uno de los miles de jóvenes que cayeron detenidos y encarcelados en el país durante el estallido social de octubre. Desde Santiago fue trasladado hasta Huachalalume y después de ocho meses salió en libertad. Diario La Región compartió ese reencuentro…

Un día no llegó a casa. Fue el 18 de mayo del año pasado. Con los días, Zaida Núñez, su madre, supo que su hijo había caído detenido y que, desde Santiago 1, en Santiago, lo habían derivado hasta Huachalalume, en La Serena, el 15 de junio.

Alfredo Gómez (26) fue acusado de portar bombas molotov en una manifestación contra el hambre en la comuna de El Bosque, en tiempos en que además se luchaba contra la pandemia.

Desde entonces una pesadilla. Las que se agudizaron por culpa del coronavirus, pues por temas sanitarios las visitas a las cárceles se habían suspendido. Recién en noviembre se retomaron. Y se vieron. Y lloraron.

Para Zaida no era fácil viajar desde Santiago, pues acá no tiene a nadie. Ahí conoció a Olga Valenzuela, voluntaria de los cascos rojos, quien se encargaría de ayudar a Alfredo. Y así fue. Olga se convirtió en su madre y cada semana le llevaba su encomienda. Un consuelo para Zaida, que nunca dejó de reclamar por la inocencia de su hijo.

Una llamada

Fue el miércoles 14 de enero cuando la suerte les sonrió. Zaida se preparaba para tomar el avión con destino a La Serena y visitarlo al día siguiente. A ese misma hora, en Huachalalume, un aviso: “Molotov, sonaste …”.

En Santiago, ya en el aeropuerto, una llamada: “Estaba lista para viajar y me avisan que la apelación había salido positiva y que a mi hijo le dieron el arresto domiciliario. No lo podía creer. De hecho me iba a regresar, como de nervios, sin saber qué hacer. Pero la abogada me dice que no, que viaje nomás para que me pueda traer a mi hijo”, relata Zaida, luego de un abrazo inolvidable con Alfredo.

Ocho meses pasaron para que su hijo lograra la libertad. Para ese tan anhelado apretón.

“Estaba en el módulo 58 como todos los días, jugando cartas, cuando escucho: Molotov… Y uno de los gendarmes me dice ¡libertad! Y yo grito ¡Libertad….! Fue como a las 3 y media de la tarde”, relata él y feliz junto a su madre, a quien abraza.

El reencuentro

La emoción resultó el común denominador en un caluroso miércoles por la tarde, cuando se reunieron en un local de comida, en La Serena. Ahí estaba Alfredo, nervioso, esperándola. Junto a él, Olga y la tía molotov –su apodo surgió en el estallido social con la venta de bebidas: A luca las molotov, a la luca las molotov…

“Estoy en las nubes, pues venía a La Serena con otro objetivo, que era la visita. ¿Sabe? Aunque me habían avisado que salía en libertad, después me dijeron que habían unos obstáculos, entonces pensé que nuevamente lo tenía que ver en la cárcel, pero ahora que lo veo acá, conmigo, estoy más que agradecida de Dios, de la Olguita, del Mika –un amigo que lo visitaba-, y de todas las personas que me han apoyado. Acá el Alfredo tuvo otra madre que nunca en todo este tiempo dejó de llevarle sus cosas, así que muy agradecida porque sé que hoy el Alfredo tiene más hermanos y una tía, que es la tía molotov (ríe)”.

Se emociona también Olga. Alfredo la abraza. Se abrazan los tres.

“La felicidad es enorme, pues estar acá con mi madre, con la Olguita, con el Mika, que desde el día que fui trasladado a Huachalalume me apoyaron y le dieron tranquilidad a mi madre, es impagable. Ella estaba muy preocupada y asustada, incluso sin saber qué hacer cuando salimos desde de Santiago 1 –estaba en el módulo 11 donde están los primerizos, los robos con violencia y yo que era el único detenido del estallido social- y sin ningún aviso”, cuenta.

De hecho, “gendarmería en Santiago aún no me avisa que lo enviaron a La Serena, no me han dicho que fue trasladado. Me enteré dos días después de sus detención gracias a un amigo, puesto que tampoco tuvo derecho a llamadas”, reclama Zaida.

Momentos complejos

Alfredo juega como un niño con el Mika. Se ríen. Lo mira su madre con ese amor materno, incondicional. Casi omniprotector.

“Me siento un poco raro, ya que es complejo estar ahora en libertad y hace un par de horas en la cárcel, más cuando no hiciste nada. No sé cómo poder expresar la sensación de felicidad que siento, así que sólo palabras de agradecimiento para todos quienes han estado con nosotros”.

La dicha contrasta cuando Alfredo comienza su relato de sus días en el encierro, donde no mucho podía hacer.

“En Santiago era terrible, porque las cárceles tienen su ley, donde existe la persona que manda el módulo. Fue difícil. Mientras que acá fue un poco menos crudo, puesto que todo el modulo se vino desde Santiago y todos quedamos en el mismo lugar. En lo personal fue mejor que estar en Santiago, de todas maneras, pues no había tantas personas que te están apurando. Entre todos los de Santiago nos ayudábamos”.

Dos fueron los momentos complejos que Alfredo vivió en Huachalalume.

“La primera vez fue cuando llegamos desde Santiago y estuvimos muchos días encerrados, sin salir al patio por el tema del covid. Supuestamente eran 14 días, pero nos tuvieron más de 26 días hasta que se hizo una protesta para que nos dieran patio. Eran habitaciones de cuatro personas, de dos y una. Pero nadie pudo salir.

Y la segunda, cuando el 18 de septiembre tuve un problema con internos que me pegaron. La cárcel es la ley del más fuerte. Fue la única vez que tuve problemas, de ahí nunca más”.

El molotov

Dentro de la penal todos sabían que el Alfredo -al momento de su detención trabaja como auxiliar de buses- estaba detenido por el estallido social y por eso lo apodaron el molotov. “Así me llamaron durante todo este periodo, el molotov…”.

Reconoce que al interior hay dos alternativas: “Te adaptas a estar encarcelado o de lo contrario estás incómodo y eso al final es peor, pues andas más deprimido y no es la idea, porque además si andas de mal humor puede que le moleste a otros”.

Sus 26 años los cumplió adentro, el 28 de diciembre. “Fue un día fome, raro. Algunos sabían que estaba de cumpleaños y me hicieron un malteo, (ríe)”.

Del estallido social, que inició el 18 de octubre del año 2019 cuando comenzaron las manifestaciones en todo el país, incluso las del hambre, que se fueron sumando con la llegada de la pandemia, Alfredo sólo tiene buenos recuerdos.

“Hay gente que no debiese estar detenida por luchar por sus derechos y pucha, ahora salí yo, pero faltan muchos más compañeros de la revuelta que todavía siguen detenidos. Se logró el triunfo en octubre en el plebiscito para redactar una nueva Constitución, y que se consiguió gracias a que la gente salió a las calles, marchando y reclamando por sus derechos…”, advierte, mientras no suelta la mano de su madre. Ya nunca más.

Lo curioso de esta historia, y que incluso Alfredo la contó entre risas, es que su sueño siempre fue conocer La Serena. Y lo hizo…

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