«En la medida que esto se va haciendo más largo, más duele la guata»

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Han sido parte de la economía de Coquimbo por más de cuatro décadas. Pero mucho más que eso, han sido parte de la cultura y hasta del paisaje del puerto. Indisolublemente unidos a la playa Changa, los algueros de la Cooperativa Algamar vieron cómo, en cuestión de minutos, el mar se llevó todo su trabajo. En donde estaban su galpón y oficina no se ve absolutamente nada, sólo arena y bloques de cemento arrastrados por la corriente, con su poder incalculable, y a unos cuantos metros, una enorme zanja llena con agua de mar en estado de putrefacción.
Rodolfo Toro Araya es el presidente de Algamar, que cuenta con 62 socios y existe desde 1969. Su negocio es el alga gracilaria, de la cual se obtienen 380 productos, con aplicaciones en cosmética, alimentación, química, entre otros ámbitos. Lo hacían practicando el cultivo, en una concesión marítima de 36 hectáreas; también constituían un poder comprador para adquirir algas a particulares que las recogieran en la playa. Eso hasta 16 de septiembre.
“Esto fue cinco minutos para las ocho. Había una persona en el agua, sacando en la orilla. Ya era oscuro. Nunca me voy temprano, pero ese día alguien me llamó y me fui a las 7:20”, recuerda.
Uno de los socios vivía dentro del edificio de la cooperativa; salvó su vida huyendo a toda prisa cuando el mar empezó a salirse. Un grupo de indigentes que vivía al lado de la cooperativa estaba celebrando un asado esa noche; uno de los participantes en esa fiesta, con problemas de movilidad en sus piernas, pereció arrastrado por el mar.
“Fui a las 12:00 de la noche. Después volví a las 6:00 de la mañana. No encontré absolutamente nada de la cooperativa, ni los papeles. ¿Qué sentí? Pena, nostalgia y un montón de cosas raras. Yo sabía que más adelante esta cuestión había que volverla a parar, pero para eso se requiere ayuda de muchas partes. Hemos estado hablando con Sernapesca, la municipalidad, las instituciones como Corfo, Fosis, Sercotec. Ya les pasamos todos los datos; quedaron de llamarnos. En la medida que esto se va haciendo más largo, más duele la guata. Ojalá se acuerden de la gente que la sufrió, que llegue luego la ayuda”, señala.

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