Fueron unos 150 locatarios, quienes reclamaron enérgicamente  al alcalde de Coquimbo, Ali Manouchehri, la devolución de los dineros que pagaron en los remates de los puestos de la Pampilla 2024. Esto debido a que acusaron que para poder vender al interior de la fiesta recientemente culminada el pasado fin de semana, tuvieron que hacer magia.

Se acercaron en la jornada del miércoles para reclamar directamente al jefe comunal, pero recibieron «otro portazo», dice Sandra Manríquez, feriante del sector El Sauce, que lleva 25 años comercializando sus productos en la Pampilla. Jura que nunca hubo unas fiestas patrias tan malas para los comerciantes que conoce.

A ella le consta, dice, que no hubo nadie que los ayudara a contener el mar de ambulantes, que ganaron espacios sagrados en la fiesta más grande de Chile.

Gastaron desde un millón en adelante, en promedio, pero otros invirtieron una fortuna, la cual habrían perdido. En ese contexto arremetió contra el que fue el proyecto estrella de equipo municipal, la Pérgola.

«Hubo colegas que perdieron hasta 10 millones, como la señora que no pudo poner su fonda grande, acá lo que pasa es que nos engañaron, en ninguna parte del plano nos mostraron que iban a vender alcohol en la famosa Pérgola, ese espacio estaba lleno de emprendedores que ofrecían una variedad de cervezas artesanales, y así no se puede competir», acusó la mujer.

Admite que salieron para atrás económicamente. «Queremos recuperar el tiempo invertido, la plata de los puestos que pagamos fue clave, gracias a eso se hizo la Pampilla, pero la verdad es que a todos les fue mal, no solo a mí. Estas fiestas fueron para nosotros las más deplorables que se tenga recuerdo en Coquimbo», agrega.

CULPAN A
LA PÉRGOLA

Molestos estaban sus colegas, dice, ya que toda la atracción se la llevó el segundo escenario, el recinto de la Pérgola, donde se rodeó de locales innovadores y llamativos que le quitaron clientela al que se suponía era el único lugar habilitado para la venta y compra de bebidas. Fueron los más afectados los hombres y mujeres que atendieron en la calle El Estribo y Las Palmeras, en la Pampilla.

Ahí donde vendían los terremotos y se prendían las cocinerías por montón. Mucha gente pasó de largo o bien prefirió tomarse un tequila o una michelada de los cientos de vendedores ambulantes que se apostaban, solo con un carrito, en cada sitio desocupado de la Pampilla.

«Pedimos que nos escuchen y el alcalde manda a sus subalternos a atendernos, si no hay respuesta vamos a iniciar alguna demanda o acudir a Contraloría, nos sentimos vulnerados, se suponía que había exclusividad para nosotros, pero lamentablemente los ambulantes se pasaron este año, vendieron sin ningún control, ni policial ni de los inspectores».

«Siento que jugaron con nosotros, estuvimos 10 días antes de la fiesta, armando, intentando vender y desarmando, nos la jugamos por un lugar que pagamos y resulta que hubo chipe libre», sentenció.

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