Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales Eclesiásticos asegura que sigue existiendo “secretismo dentro de la iglesia”

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Foto referencial

En Chile, las víctimas siguen desamparadas. Y aunque la mayoría continúa guardando silencio, otros se atrevieron a hablar. Por ellos, por los abusos sufridos, nace esta agrupación que, pese al tiempo y las promesas, asegura que “el abuso en la iglesia católica no se ha terminado y lo que conocemos es sólo la punta del iceberg”.

En Santiago con el caso Karadima. En La Serena, con Francisco José Cox. Sin embargo, para la médico cirujano y ginecóloga Silvana Bórquez (45), vocera de la red, una de las primeras barreras que debieron romper fue para decir “que no son tres los abusados en Chile por Karadima y tampoco son tres los de Cox, sino que somos muchísimos y esos muchísimos necesitamos justicia, reparación, pero primero sanar, escucharnos y decirle al mundo que hoy la iglesia sigue siendo un lugar peligroso para los niños, niñas y adolescentes”.

Así partió una red informal de personas que habían pasado por la misma situación y que, de alguna manera, develaban cada cierto tiempo todas las situaciones de abuso sexual dentro de la iglesia y que aún no se han resuelto.

“En mi caso y el de mi hermana, que fuimos abusadas por el mismo sacerdote, hicimos la denuncia antes, en 2009, pero el caso no fue mediático porque Chile no estaba preparado…”, cuenta la profesional a través del teléfono desde Santiago.

Había que ayudar y contener, afirma Silvana, “ya que, de las cosas más importantes en el tiempo, y que está documentado desde el punto de vista científico, cuesta mucho salir de la vergüenza, de la culpa que uno siente…”.

Un mapa

El trabajo no ha sido fácil. Pero lograron una radiografía y un mapa que es actualizado cada cierto tiempo. En él aparecen cerca de 260 sacerdotes abusadores, entre ellos 4 cardenales, 27 obispos,  directores de hogares, de seminarios, vicarios, capellanes, laicos, profesores y catequistas.

“Como organización les hacemos un seguimiento y presionamos a los medios, de alguna manera, contando que este sacerdote que se arrancó de Chile, por ejemplo, ahora está en Argentina haciendo misa en tal lugar. Y eso lo puedes encontrar en el mapa donde están establecido los lugares en donde cada abusador tuvo abusos sexuales y donde luego tuvo otros…”, aclara.

Figuran de Francisco José Cox hasta Juan Carlos Delgado Castillo, uno de los sacerdotes con más denuncias en su contra. Este último con seis querellas. Pasó por las comunas de Coquimbo, Santiago y Puerto Varas. Como muchos otros, con el mismo patrón: Iba de un lugar a otro cometiendo sus atrocidades, siempre protegido. Siempre rodeado.

“Por mucho que el Papa haya entregado algún lineamiento para que la iglesia no siga permitiendo estos actos impunes y encubrimientos, la verdad es que está lejos de serlo, dado que se siguen trasladando sacerdotes y siguen admitiendo dimisiones. ¿Sabe? Hemos llegado a la conclusión de que el modus operandi que tienen estos sacerdotes es que cuando los trasladan de lugar no es para estudiar, como creíamos, sino que se van castigados. Y cuando salen del país regresan aún castigados, pero a casas de sanación…”.

Sigue teniendo poder

No somos los primeros, pero queremos ser los últimos”, reza la consigna de esta red.  Y para ser los últimos requieren la ayuda de todos: De la justicia, por ejemplo, que aseguran “no ha dado el ancho”.

Silvana cree que se han encontrado con un muro de concreto porque la “Fiscalía no ha dado el ancho. Tampoco la justicia y el poder judicial. Para nosotros la Iglesia sigue teniendo poder, igual algunos laicos”.

Esto, porque cuando se inicia en 2018 la investigación por abusos sexuales cometidos al interior de la Iglesia Católica a cargo del fiscal Emiliano Arias, como red llevaron a víctimas en su mayoría con procesos abiertos y fue “porque él nos pide que nos acerquemos para poder determinar cuál es el modus operandi de la iglesia. Y lo logra de manera certera. Pero cuando comienza a formalizar a Errazuriz y Ezzati le quitan la investigación – por conductas que son constitutivas de faltas administrativas, dice el expediente del sumario administrativo- y ahí queda durmiendo el sueño de los justos”.

El caso pasa entonces a manos del fiscal Xavier Armendáriz, “pero con muy pocos recursos para investigar, dejando en evidencia que sigue habiendo redes de protección de parte de la iglesia desde el punto de vista de legal, pero también presiones hacia el poder judicial”.

Hasta la fecha poco ha avanzado la investigación. Les dicen que la demora es debido a la pandemia, “pero sabemos que no es real. Por eso te digo que la iglesia tiene mucho poder, lo que sucede es que cada vez está más solapado, más escondido, maquillado, diciendo que vamos a reparar a las víctimas, que estos casos son terribles, pero nada se hace. Como red seguimos creyendo que hay mucho secretismo atroz dentro de la iglesia”.

A escondidas

Silvana revela que fue víctima de abuso sexual desde los 14 hasta los 20 años por Jorge Baeza, exsacerdote de Chillán “y que hoy ninguna pena ha pagado, pues sigue en Chile con el poder que le ha dado la iglesia y que por mucho tiempo lo escondió, incluso después de mi denuncia y el de mi familia. Sabemos que sigue teniendo redes muy potentes con algunos sacerdotes”.

Cuando logró hablar con su madre y contar lo que había vivido durante cinco años, ellos le creyeron, pese a la manipulación de conciencia de parte de él, “ya que sedujo a todo el ambiente familiar”.

Lo hizo público como otros. Pero no así la iglesia, “que todo lo sigue manejando a escondidas. ¿Qué dicen? Este sacerdote deja de serlo, pero no cuentan sus motivos, tal como ocurrió el miércoles 17 de marzo cuando el arzobispado de Concepción envía un comunicado señalando que dos sacerdotes han sido expulsados de la iglesia, pero no contando que fue por abuso sexual, violación a menores de edad. Entonces sigue pasando”.

Para Silvana y los miembros de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales Eclesiásticos queda claro que, pese a los años y las promesas “de que todo cambiara”, cuestión que se hizo más evidente con la visita del Papa Francisco al país en 2018, “tantos los obispos como los sacerdotes de diferentes diócesis y congregaciones, siguen siendo trasladados impunemente sin comunicarle a la comunidad el origen para dónde serán destinados ni tampoco el motivo de su castigo o expulsión. Desde la red insistimos en que eso deja sin verdad y justicia y, además, el temor de que estas personas repitan los delitos en otros lados y eso está garantizado y estudiado, porque un pederasta o un abusador lo sigue haciendo. Creemos que el abuso en la iglesia católica no se ha terminado y lo que conocemos es sólo la punta del iceberg”.

 

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